diario del aislamiento

Día 23

Los pájaros suben el telón del domingo, han tomado la ciudad. Ayer vi una gaviota trasteando por Weyler. En pocos días veremos a los cangrejos de compras por el centro, o yendo al gimnasio. A las palomas les va bastante peor -nos necesitan ahí fuera-. Desayuno. Me cruzo por el pasillo con un libraco que leí en los noventa, nos saludamos.

Las grandes entrevistas de la Historia (1859-1992). Me entretengo con Oscar Wilde. Cuando una obra teatral que es una obra de arte se representa sobre un escenario, lo que se está poniendo a prueba no es la obra, sino el escenario; cuando una obra que no es una obra de arte se lleva a un escenario, lo que está poniéndose a prueba no es la obra, sino el público. La política dejó de ser una obra de arte cuando bajaron del escenario los arquitectos de la transición.

Los políticos están poniendo a prueba al público. No hay liderazgo. Tampoco carisma. Percepción de orfandad. Tan flojo el gobierno como la oposición. No dan la talla. Estado en mal estado. El escenario les queda grande. A unos, y a los otros. Gobiernos autonómicos y corporaciones locales están sacando las castañas del fuego, fajándose. También en Canarias. Se cosen aquí los descosidos de allá. Fue un error centralizar (y requisar) lo descentralizado. Se perdieron días, muchos.

Paro para tomarme un café. Me asomo. Da igual si es lunes, miércoles o viernes, la calle dibuja una interminable tarde de domingo. Gabinete Caligari. Los bares, qué lugares, tan gratos para conversar, no hay como el calor del amor en un bar. Reabro el diario. Ayer a Oti le fue de cine. La Semilla agotó sus productos. Qué bien. Si esperamos a que finalice la cuarentena para apoyar a los comercios, cuando salgamos no habrá comercios. Es ahora. Ya. Sigo. Las ruedas de la bici se desinflan, por quietud.

Hoy el calendario pesa más que otros días. Otras tres semanas. Se sabía, pero jode cuando se oficializa. A veces me siento como las ruedas de la bici. Nada que no arregle un trozo de bizcocho. Serán cuarenta y dos días de cuarentena. Quienes corremos maratones estamos familiarizados con ese número (42), nos encanta. Decido ponerme modo-maratón. Voy por el kilómetro veintidós. Conozco bien lo que tengo por delante. He entrenado para gestionar los veinte kilómetros que faltan para llegar al final. Cosas de corredores confinados. Al mediodía toca ponerse al sol. Rutinas de aislados.

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