diario del aislamiento

Día 26

La vecina de la bata rosa ha cambiado su estilismo. Salió a aplaudir con una camiseta roja (con la bata parecía enferma; así que bien, mejor). De poco a esta parte un niño colorea el barrio con pompas de jabón, a las 18:58; antes no, ni después. Ese ratito lo distrae, qué bueno. Niños, adolescentes y abuelos son los que más duelen con este confinamiento; ojalá no les deje cicatrices, marcas. Resistiré, y dale. Hay otras canciones, esa es triste (ayer el DJ llegó tarde; cesaron los aplausos, pero él siguió a su bola). Economía y salud, un blog recomendable. Beatriz González López-Valcárcel; La salida, retomar el trabajo. El artículo es coral, reúne a varios con conocimiento de causa (no me distraigo con espontáneos o predicadores). Transcribo. Hay que salvaguardar tanto las vidas en riesgo como los medios de vida. Los objetivos deben conjugarse en el marco de previsiones excepcionales, pero solventes y factibles. Lectura (muy) recomendable. La acumulación de semanas (confinados, dejando de ser nosotros) empieza a pasar otras facturas. Cansancio. También enfado. Es lógico. No estamos hechos para un mundo medible en metros cuadrados. El cansancio florece. También la sensación de que se pudo hacer mejor. El virus hizo el camino a pie, desde China. Tardó muchas semanas en llegar. Tiene difícil explicación que nos pillara con el botiquín vacío, apelando a la épica, aplaudiendo a héroes que curran como mártires. Otra vez el teléfono. Respondo más tarde. Convocan una manifestación online. Gobierno dimisión, rotulan. No participaré. No cuenten conmigo. No es momento para exigir dimisiones. El roto. Viñeta. Efectos positivos: n las ventanas desaparecieron las banderas y aparecieron las personas. Café. Sigo. Las cabras pasean por las dunas de Corralejo (como los animales descubran los bares, entonces sí, estamos jodidos). Me escriben. Escribo. Estamos más cerca de la playa, del mar. Y de los bares. Respondo. Llámame trasto, pero los echo muchísimo de menos. Esta mierda solo acabará cuando volvamos a apoyarnos en la barra de un bar (ni un minuto antes). Llegar a las barras será la señal de que volver a la normalidad era posible. Hay quien al vino blanco le dice el agüita de mamá y papá. Vicios de confinados. Tengo un amigo que contagia optimismo. Hablo con él. Yo escucho, él habla. Mejor así. Puente de Semana Santa, guau.

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