avisos políticos

El virus social

La actual crisis sanitaria tiene un valor pedagógico para la izquierda que desconoce las leyes de la economía, y que practica un voluntarismo económico que le lleva a disparar el crecimiento del gasto público y de la deuda, a aplastar fiscalmente a la clase media y a desconocer que la empresa privada no es el enemigo, sino la única instancia que crea empleo productivo y hace avanzar a un país y crecer a su economía. Estamos comprobando cómo el Estado está desbordado y necesita la ayuda de la empresa privada; cómo la sanidad pública tiene que ser ayudada por la privada, y cómo, en definitiva, el estado del bienestar tiene unos límites presupuestarios, fiscales y organizativos, y, simplemente, no puede atender todas las necesidades y carencias sociales. Y esa realidad evidente afectará en el futuro a las pensiones (es criminal oponerse a los planes privados) y a la propia sanidad pública, que hoy prioriza para entrar en la UCI a los afectados por el virus según su probable esperanza de vida. La anterior responsable de la Consejería de Sanidad canaria –y sus amigos políticos- lo han aprendido estos días.

La crisis también tiene un valor pedagógico para el conjunto de la sociedad española, y nos debe hacer reflexionar sobre nuestro comportamiento y el comportamiento de sociedades como la china o la alemana, que están dando muestras de una ejemplar disciplina social. Entre nosotros, por el contrario, están abundando mas de lo tolerable las conductas irresponsables y antisociales, propias de nuestra desarticulación y de las carencias de nuestra cultura; unas conductas que no dudan, incluso, en poner en peligro la salud de la ciudadanía. Eso sí, nuestro gusto por las formas –en detrimento del contenido-, por las apariencias y por el espectáculo nos llevan al aplauso fácil y al elogio desmedido.

Y, por si fuera poco, a todo lo anterior se une nuestros problemas de gestión, nuestro desastre como gestores. Nuestros médicos y sanitarios, nuestros guardias civiles y nuestros policías sin medios suficientes de protección. Nuestros funcionarios de prisiones sin esos medios y sin un protocolo de actuación para una emergencia como la actual. Y esas residencias de mayores que piden ayuda inútilmente mientras fallecen sus asilados. Por cierto, en situaciones de normalidad ya sufrimos la vergüenza de que esos funcionarios sean incapaces de evitar el comercio de la droga en el interior de las prisiones.

La clase política y las administraciones públicas que sufrimos son doblemente representativas. Nos representan porque se forman y se configuran en procesos de elección entre candidatos y opciones políticas. Pero, sobre todo, nos representan porque incorporan todas las características negativas de nuestra sociedad y de nuestra forma de ser: nuestra perenne improvisación; nuestra incorregible picaresca; nuestra desarticulación, y nuestra escasa disciplina social. Lo queramos o no, esta crisis marcará un antes y un después en nuestra historia y en nuestro devenir como sociedad. Y deberíamos intentar que el después fuera mejor que en antes. Más allá de los balcones y los aplausos, sería muy deseable que la crisis sirviera para hacernos reflexionar al respecto y mejorar un poco como sociedad y como país.

TE PUEDE INTERESAR