tribuna

Hoy es domingo

Hoy es domingo, pero no existe nada que lo diferencie de otro día cualquiera. La cuarentena ha matado a la semana y todas las jornadas son iguales unas a otras salvo en las parrillas de la televisión. Sin embargo, esta repetición monótona de los días, sin distingo, me hace pensar en que lo ficticio era lo que teníamos, y que lo real es un mundo sin convenciones como el que viven los yanomamis escondidos en las profundidades de las selvas amazónicas, donde el tiempo transcurre sin que nadie lo sectorice.

Allí no hay un lunes dedicado a la Luna, ni un martes evocando al dios de la guerra, ni un miércoles para soñar con Mercurio, ni un jueves para tropezarse con el grande y majestuoso Júpiter, ni un viernes para entregarse a los placeres de Venus, ni un sábado para ceñirse los anillos de Saturno, ni un domingo para convertirlo en el día del Señor. Allí existe otro zodiaco para organizar la vida de los hombres.

Esto les debe pasar también a los presos en sus celdas de castigo, que solo notan como difieren los días de las noches sin otorgarles significado alguno. A medida que avanza este confinamiento siento cómo se va alejando de mí ese mundo reglado en el que vivía. Hay una curva que se aplana y es aquella en la que la monotonía acaba por instalarse sin que produzca un trauma alarmante.

Me estoy acostumbrando a esta nueva forma de contar el tiempo y no sé aún si esto entraña algún peligro, si voy a dejar de ser lo que era para empezar a contemplar la vida de otra forma. Después me doy cuenta de que estoy forzadamente ante lo real y esto hace que las sospechas desaparezcan. Más pronto que tarde volveremos a lo mismo, y las sirenas sonarán de nuevo en las fábricas y los relojes registrarán los horarios de entrada en las oficinas y la máquina se pondrá en marcha para recuperar lo que hemos perdido.

Esto pasará poco a poco. Lucharemos durante un tiempo hasta conseguir arrancar los motores y después nos olvidaremos, como nos hemos olvidado siempre de tantas cosas. Con la memoria de los malos momentos no vamos a ninguna parte. Solo conseguimos eternizarlos como una pesadilla.

Hoy es domingo, pero como si no lo fuera. El sol ha salido igual que cada mañana. A veces está nublado y otras luces del cielo limpio, pero esto no depende del almanaque ni de la semana, es otra cosa lo que lo regula. A veces creemos que este asunto también forma parte de nuestra responsabilidad. ¡Qué equivocados estamos!

Alguien nos está diciendo que estas pocas semanas que nos hemos quedado en casa el planeta ha descansado de nosotros, que por eso vienen a visitarnos las ballenas y los delfines. Yo prefiero llamarlo el mundo, porque el planeta nos excluye como si fuéramos ajenos y no formáramos parte de él. Estas cosas no han cambiado, siguen torturando a nuestras conciencias de forma machacona. También se dirán misas con las iglesias cerradas y las beatas podrán oírlas online, y en las homilías se harán rogativas luchando contra el virus con asperges de agua bendita.

Continuarán los reproches políticos, y la crispación será adjudicada a los discrepantes mientras se hace una llamada a una unidad que no existe más que en las personas de a pie. Nadie cree en nada. Se lo ponen muy difícil, de la misma manera que a mí me resulta complicado adivinar que hoy es domingo y no otro día cualquiera de la semana.

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