en el camino de la historia

La Covid-19 nos ha descolocado, por Juan Jesús Ayala

Desde su origen la humanidad ha atravesado innumerables crisis de diferentes índoles, pero por las dimensiones y por la forma en que sufrimos y padecemos la actual originada por la pandemia de la Covid-19 se comprueba que esta no tiene precedentes, no solo por la tragedia que arrastra, sino por su impronta al presentarse, casi se pudiera decir, sin pródromos sino de la noche a la mañana que ha cogido a todo el mundo con la guardia baja.
Nunca la civilización de la robótica, de la telemática y la de los viajes espaciales ha sido tan conciente de su poder, pero a la vez de su fragilidad, llegando a pensar que ya todo se puede cuestionar, incluso la vida en el planeta. En este momento de plena incertidumbre aparece un vacío casi total, donde nos vemos desnudos, descolocados, sin capacidad de respuesta ante unos ataques biológicos a los que no podemos contrarrestar con las armas debidas, sino hacerlo a duras penas con los recursos que tenemos, pero que ni son suficientes ni los necesarios para aportar respuestas adecuadas lo que está creando un malestar general que nos conduce a un desequilibrio social , económico y esperemos que no mental, porque las personas necesitan ventanas por donde entre aire fresco y permanecer mucho tiempo entre cuatro paredes , neurotiza y anquilosa. Ante este desequilibrio, el pensamiento a menudo cae en la confusión; filosofías, religiones y hasta la misma ciencia que durante milenios han aportado una respuesta a las preocupaciones humanas, en estos momentos resulta ineficaz, incluso impotente hasta que encuentre al menos un paliativo para ir capeando el temporal. Y cuando en situaciones límites se invoca por ciertos científicos conductas utilitaristas que conducen a una especie de darwinismo social podemos pensar que estamos llegando a la degradación del ser humano. No puede estimular el aplauso que ante situaciones, como por ejemplo, de enfermos que deben llegar a las unidades de cuidados intensivos de los hospitales, ante la plétora que soportan estas unidades se tenga que decidir su entrada según la edad, si tiene más o menos de 80 años y cuántas enfermedades padece, lo que ocasiona que a muchos de ellos se les orille en un estado pre-mortern.No puede ser que en este siglo de alta tecnología donde los hospitales que en tiempos pretéritos fueron establecimientos que solo acogían a la gente que iba a morirse, en algunos momentos, como los de ahora, recuerden esa época nefasta. No puede ser ante este descolocamiento quedarnos estupefactos ante la avalancha que ha sobrevenido y que, seguramente, nos dará una tregua, pero que vendrá otra, quizás, con nueva carga virulenta.
Y, ¿qué habrá que hacer entretanto? No se deberá actuar como ahora, que nos coja con el paso cambiado donde los hospitales estén a rebosar y que se tenga de prisa y corriendo habilitar instalaciones traducidos en hospitales de campaña para recoger a quien no es posible facilitarle una cama hospitalaria. Habrá que pensar que el azote del siglo que nos ha tocado vivir serán las enfermedades infecciosas y las pandemias que producirán, y si en los hospitales no se cuentan con las unidades suficientes para tratar estas enfermedades tal vez la solución sea construir hospitales monográficos en los diferentes territorios del Estado, y por supuesto en Canarias, que se dediquen pura y exclusivamente al tratamiento de estas enfermedades.
Hemos avanzado en todos los campos de la medicina desde la oncología hasta la genética, pero la Covid-19 ha venido a recordarnos que la ciencia no ha llegado a su estación terminal y hay que estar atentos a aquellos enemigos que comprometen la salud del ser humano y estar preparado para cuando llegue darle la batalla necesaria. Y para ello, insisto, habrá que ir a la construcción de hospitales íntegramente para tratar enfermedades infecciosas evitando ir corriendo con enfermos de un lado para otro, de sanitarios desprovistos del material adecuado y sin instalaciones acordes con la fuerza de un virus agresivo o de una bacteria devastadora.
Adelantarse a los acontecimiento no solo implica ser categórico y audaz, sino que es imprescindible que los políticos que son los que manejan los dineros públicos deberían de tener esto en su agenda de trabajo como prioritario y no dejarlo para cuando sea demasiado tarde y nos encontremos con una situación similar a la que ahora padecemos lo que sería no solo una irresponsabilidad absoluta, sino una trágica temeridad.

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