tribuna

La próxima recesión

Cuando te dedicas al mundo de los mercados financieros durante más de dos décadas, aprendes a sobrellevar todo tipo de situaciones y, aún así, terminas enfrentándote a situaciones inéditas, shocks incontrolables y cisnes negros. El coronavirus es ya una pandemia global que va a tener efectos devastadores en la economía mundial. Sin duda, dos de los grandes damnificados serán autónomos y pymes, que se enfrentan a una situación de inactividad prolongada y obligatoria con insuficientes medidas públicas (de momento) para flexibilizar y mejorar su situación.
Antes de lanzar mi proyecto empresarial en 2013, Cross Capital, empresa de servicios de inversión pionera en Canarias, fui directivo de banca mayorista durante muchos años, especializándome en la gestión de carteras, finanzas corporativas y mercados de capitales, tanto domésticos como internacionales. Te acostumbras a manejar y tomar decisiones en situaciones complejas (crisis asiática, atentados 11-S, guerra de Iraq, burbuja puntocom, Gran Crisis Financiera, crisis del euro, etc.), pero esta vez es diferente. Como emprendedor y formando parte del colectivo de pymes canarias, he activado un Plan de Contingencia ya diseñado, con la implementación del teletrabajo que, gracias a nuestro alto nivel de digitalización, ha sido posible sin problemas, asegurando así la seguridad de nuestro equipo y la continuidad de nuestros servicios, pero, no por ello, una decisión sencilla. Lo nuestro son servicios esenciales (sector financiero) y no podemos cerrar pues faltaríamos a obligación de velar por el patrimonio de las familias y empresarios que atendemos. Más me preocupa la situación de mis colegas, dado que, en un territorio como el nuestro, volcado en el turismo, la hostelería y el sector servicios, esta opción no es posible para muchos de los autónomos y pymes, que se han visto obligados a paralizar su actividad durante más de un mes con efectos demoledores.
Ya es consenso entre los analistas que los efectos económicos de esta crisis sanitaria traerán consigo una recesión económica, cuyas primeras señales ya las estamos viviendo, con datos de paro repuntando al máximo histórico a nivel global. La variable clave está en la duración de la situación de inactividad y el tiempo que se emplee en cada economía para la vuelta a la nueva normalidad. Esta situación no se parece en nada a la Gran Crisis Financiera originada en 2007-08 dado que no se paralizó la actividad económica y el origen estaba en el sector financiero, en este caso se trata de una crisis sanitaria. Ello nos obliga a remontarnos a la Gran Depresión de los años 30, en la que la teoría económica planteada por el prestigioso economista Keynes hacía necesaria la intervención del Estado en la economía. La clave estaba en las políticas de estímulo desde el lado de la demanda, inyectando toda la liquidez que fuese necesaria para revertir los ciclos depresivos. Esto podía hacerse, bien mediante el empleo de la política fiscal, o bien mediante el recurso de la emisión estratégica de deuda pública. El objetivo era la reactivación económica y el descenso del galopante desempleo. Keynes fallecería en 1946 y si bien pudo ver que, en 1944, en plena 2ª Guerra Mundial, se plasmaría su teoría en los acuerdos de Bretton Woods firmados por 44 países, lo mejor es que varias décadas después seguía funcionando, hasta los shocks petroleros de 1970, que provocaron una etapa inflacionista que echaron por tierra el modelo keynesiano. Sin embargo, ahora con la digitalización y la acción coordinada de los distintos bancos centrales, aparentemente podemos controlar la inflación, con lo que quizás nos haga falta un nuevo Bretton Woods con presupuestos expansivos, que incluya planes contra emergencias sanitarias, cambio climático e incluso políticas industriales o tecnológicas.
La política fiscal debe centrarse allí donde se están produciendo los mayores daños, en las empresas de todos los tamaños, pero en particular en las pequeñas y medianas empresas Se cree que las pymes se quedarán sin liquidez operativa en uno o dos meses. China, el primer país en superar el ciclo del Covid-19, nos ha demostrado que la aplicación de una serie de políticas es efectiva; ahora necesitamos que Europa y EE.UU. respondan de forma más contundente, dado que el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal ya no pueden sostener la economía mundial por si solos. Necesitan que los políticos se unan y aprueben legislación que dote de liquidez a las pequeñas empresas y genere un aumento del gasto. Se está haciendo y las empresas están haciendo uso de ello.
Por parte de las autoridades bancarias, también se les ha facilitado la vida a los bancos: tanto la Junta Única de Resolución (SRB), como la Autoridad Bancaria Europea (AEB), como el BCE han adoptado medidas que se traducen en una relajación de los requisitos de recursos propios y en la inyección de liquidez, reforzando así los colchones de absorción de pérdidas y capacidad de prestar al sector privado. El BCE apoyará comprando asimismo bonos en los mercados, monetizando deuda emitida por los Estados y por las empresas y bancos. Es importante que los bancos no pierdan dinero, ni por su negocio, ni por sus carteras de valores, al fin y al cabo, siguen siendo pieza angular del sistema financiero, siempre se les protege, aunque a vences no cumplan debidamente su función con la sociedad.
La recuperación vendrá, no tiene pinta de “V”, sino más bien de “U” con un valle largo en función de cómo y cuándo se logre atajar la propagación del virus y las tasas de mortalidad. La irrupción del Covid-19 debería tener un efecto en la economía parecido al de un desastre natural local que genera un impacto corto en el tiempo, y que normalmente lleva a un rebote rápido y suficientemente fuerte para recuperar la producción perdida. Pero en el caso de este virus, la magnitud y su impacto sin precedentes, nos ha llevado a una recesión sincronizada global donde la recuperación de la producción perdida va a costar mucho más que se a rápida. Si hubiera una nueva ola de propagación durante el próximo invierno, o no se diera en los próximos meses con una medicación efectiva para su tratamiento, entonces ya nos situaríamos en un escenario mucho más negativo que el actual.
Esta crisis sanitaria y la recesión que vamos a vivir no va a dejar a nadie impasible. Todo o mucho va a cambiar a nivel multidimensional (laboral, social, etc.). Tanto es así que hasta EE.UU. y China están ayudándose, reconociendo que son muchos los intereses que comparten y tolerando al mismo tiempo sus profundas diferencias. Esperemos que pase lo mismo en la Eurozona y termine más unida.
Saldremos de esta sí, todos juntos, tras una travesía tortuosa, pero con la esperanza de que nos sirva de aprendizaje para el futuro.

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