tribuna

Sí al aislamiento, por Arturo Trujillo

Vamos a pagar las consecuencias de no haber planificado a tiempo la necesaria diversificación de nuestra economía

Yo sí creo que el confinamiento ha sido una buena medida. No porque con él vayamos a terminar con el “coronavirus”, por supuesto que no, sino porque frena su expansión. Y eso es importante. De ahí que me sorprenda, después de casi 45 días de decretada esa medida por el Gobierno, y comprobada su efectividad, que se haya abierto un debate público sobre su legalidad. Porque hay quienes dudan de la misma, al entender que la Constitución solo autoriza su aplicación en un estado de excepción, y no de alarma. Y surge una pregunta: ¿de qué número de fallecidos y contagiados estaríamos hablando hoy, si no se hubiese aplicado esa medida? Porque, tengo muy claro que con el irrisorio stock de mascarillas, guantes, test y respiradores que había en el momento que el “coronavirus” comenzó a hacer de las suyas, es imposible frenar una pandemia como ésta.

Y me sorprende también que, cuando queremos evitar hacer algo que no nos gusta, inmediatamente nos acordamos de la Constitución. Como en este caso del aislamiento domiciliario que, por lo que se ve, no gusta a casi nadie. Sin embargo, sí nos olvidamos de la Carta Magna, cuando se escuchan injurias contra el Jefe del Estado, la Bandera, el Ejército, los Cuerpos de Seguridad del Estado…. Entonces, utilizamos la táctica del avestruz para escondernos y evitar molestar a quienes sí que han actuado flagrantemente contra la Constitución. Y luego, cuando superamos ese “difícil” momento, volvemos a sacar nuestras cabezas, como si nada hubiese pasado. Pero, lo cierto es que muchos virólogos e investigadores, ya se han pronunciado a favor de la aplicación de esta medida. Como también han dicho que tiene que aplicarse con carácter general, o sea, a toda la población, incluidos Pedro Sánchez e Iglesias, que parecen tener algún tipo de bula con la que se saltan lo que, para el resto de los humanos, es una obligación.

También me parece razonable que una parte del Gobierno, la que controla Sánchez -la parte podemita se opuso-, haya acordado la autorización para incorporarse a sus puestos aquellos trabajadores pertenecientes a las actividades consideradas como no esenciales. O sea, a aquellos que no pueden teletrabajar. Porque esta medida va a permitir que nuestro tejido productivo siga activo hasta que llegue el momento de la reactivación económica. Y en Canarias, en particular, con una economía dependiente casi exclusivamente del turismo, aumenta nuestra preocupación. Las cifras negativas que nos han ofrecido la OCDE sobre las pérdidas en el sector del turismo, y el FMI sobre nuestro PIB y el desempleo, no son nada halagüeñas. Y va a ser muy difícil equilibrarlas, si no terminan de llegar las ayudas de la UE y de nuestro propio Estado.

Por tanto, queda claro que la reactivación “post virus” de la economía insular, no se va a poder cargar, como antaño, sobre las espaldas de un sector que siempre fue su gran soporte. En esta ocasión, tendremos que echar mano de otros sectores, como el industrial, el agrícola o el de la construcción. Sobre todo, de éste último que, como dice Óscar Izquierdo, presidente de FEPECO, “es el único con potencialidad cierta de ser la locomotora que impulse todo el sistema productivo”. Lo cierto es que vamos a pagar las consecuencias de no haber atendido a tiempo estos sectores tan importantes. De no haber planificado la necesaria diversificación de nuestra economía. Y eso nos obligará a tener que remar contra corriente en una España que, además, en su conjunto, entrará en el tobogán de la quiebra con la amenaza de lo que, esta vez sí, parece una inevitable intervención económica.

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