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¿Y después?

Pasará esta crisis y los de Podemos insistirán en su pretendido corralito constitucional. Los comunistas siempre quieren nacionalizar. Habrá un pacto PSOE-PP, inevitable, porque ni siquiera los nacionalistas catalanes y vascos, que son todos ricos, estarían dispuestos a volverse comunistas y a que sus tarjetas no puedan sacar de los bancos el dinero que necesitan. Sánchez puede o no convertirse en un cadáver político, aunque en su condición de corcho –cuanto más lo hunden más sale a flote— no me atrevo a hacer un pronóstico. Las crisis, incluso las epidemiológicas, siempre pasan, como pasó la de la gripe española, la de la gripe aviar, la de la gripe del cerdo y hasta el ébola, que se transmitía por un simple toque. Pero la economía necesitará ajustes y con los comunistas no se podrá contar: su economía se ha quedado antigua; en realidad, nunca funcionó ni la de Marx, ni la de Stalin, ni la de Kruschev, ni la de Honecker, ni la de Ceaucescu, ni la del mariscal Tito. Ellos eran ricos, como lo son los marqueses de Galapagar, pero los ciudadanos eran pobres como ratas. El PSOE ha sido siempre un partido serio, aunque haya tenido buena parte de culpa de la última guerra civil y también la desgracia de que a dirigentes con gran altura los hayan sustituido otros con menos altura. A Sánchez sólo lo puede salvar, de cara a la historia, un pacto sincero con la derecha; una alianza que le deje dormir, porque el actual Gobierno –y él mismo lo dijo una vez— lo mantiene insomne. No es que en el PP, desde Rajoy -incluido—, existan ahora lumbreras, sino porque lo único que puede salvar a este país es una alianza de derecha-izquierda, porque yo me niego a situar al PP en el centro. El PP es sólo la derecha civilizada y Vox la incivilizada. ¿Para qué seguir?

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