diario del aislamiento

Día 48

Uno de mayo, día del teletrabajo. Abril se nos fue sin sacarlo de la caja -como esos regalos que mueren empaquetados-. El virus lo borró (no fue culpa de abril; pero, que le den). Los bulos no pasarían de anécdota si filtráramos con algo más de solvencia (la permeabilidad de los ingenuos es contagiosa, viral); y sí, pegar un salvaslip a una mascarilla quirúrgica (para filtrar el virus) es otro bulo. Resulta tentador dejarlo correr para que algunos se lo crean -me susurra el ángel malo, quién no lo tiene-. Las fases del desfase están dando juego en las redes (rescoldos de humor). Se puede hacer surf en la fase 0, pero las playas estarán cerradas hasta la fase 3 (qué cachondos). Escribo horas antes de las ministradas del día, temiéndome que permitan correr en la fase 0 pero bajar a la calle en la fase 2. Qué tropa, caótica (ministradas, marejada, fue tu amor bajo mi almohada). Los convivientes -vocablo de cuarentena- han podido echar los polvos del fin del mundo, pero al trabajo no los han dejado ir juntos. Se ve que el virus no es de interrumpir los revolcones, pero si los pilla en el coche no perdona (ministradas, marejada, hoy sin ti no valgo nada). España no es diferente, es otro planeta. Mientras los franceses suspenden la Liga y reabren los colegios el 12 de mayo, aquí, en Narnia, se regresa al cole en septiembre pero la Liga vuelve en junio -ilusos-. Tocan en la puerta. Nadie no quería nada -fue por error-. Empresas nacionales están exportando test PCR porque en España no se los compran; al parecer, la falta de demanda del Gobierno generó stock y se han ido fuera a venderlas (lo dejo aquí, mejor). Cierro el diario para meterme en una vídeo, con Madrid. Vuelvo. Los desfases añaden incertidumbre a la incertidumbre. Hoteles o tiendas se plantean no abrir, alucinan con el optimismo mágico de Moncloa (la ecuación no les sale). El estado de antipatía se aplicará en las fases 1, 2, 3 y siguientes. El decreto nos exige que seamos fríos, inexpresivos -distantes-. Ir de tiendas se volverá antipático, incómodo -no percibiré la diferencia, yo confieso-. Hay gente buena, ruin o tóxica; y después, más abajo, están los que dejan guantes tirados por la calle -eso son los peores, gentuza-. Este diario me multiplica los mensajes de amigos perdidos. Como leí hace años a Manuel Rivas, la familia y la amistad tejen una red sumergida, al margen del Estado, para hacer frente a los momentos malos. Brindo por ellos (en realidad, durante este confinamiento estoy brindando por amigos, enemigos, conocidos o desconocidos, tanto da). Sí, debo desescalar.

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