diario del aislamiento

Día 52

Las pesadillas de la fase 0 no dan tregua. Anoche soñé que estaba en una ferretería, fue tétrico. ¿Y qué pasó? -me preguntan-. Entre en una ferretería, ¿te parece poco? -suspiré con voz entrecortada-. Fase 0, el debú. Citas previas después de 50 días de asuntos pendientes. Cita en la óptica. Cita con el fisio. Y, sobre todo, cita en la pelu. Llamo a José (Figueroa). Patucos. Batas. Guantes. Mascarillas. Las peluquerías deben equiparse como si fuesen quirófanos. Habrá que ir a pelarse en ayunas (no sea que José se ofrezca y me opere de algo). Miro mis notas. Me pregunto si permitirán a las terrazas saltarse las marcas del suelo, ocupar lo que sea necesario para ponérselo fácil -deberían dejarles-. Sugiero -por si cuela- establecer unas tarifas COVID (o algo así) de apoyo a pequeños empresarios, a los autónomos -definir un porcentaje añadido al precio estándar para clientes que puedan (y quieran) mojarse con los negocios que van a pasarlo fatal. No sé, lo dejo caer -por qué no-. Café, por favor. Vamos a hacer las cosas diferentes, y qué. No será la primera vez, ni la última. La nueva normalidad no debe impresionarnos (tampoco encogernos). La vida es una sucesión constante de las nuevas normalidades que traen consigo los cambios, las despedidas, los finales, los comienzos, las sorpresas, las decepciones, los errores, los aciertos u otros ejemplos que dan forma a las nuevas normalidades, a giros, imprevistos, circunstancias sobrevenidas e incluso volantazos que nos cambian la vida -de un día para otro, a veces-. Será un poco latoso (vale, sí), pero no dramaticemos. Nos costará dar un paso atrás -y no adelante- cuando nos veamos con familiares o conocidos. Enmascarados, ni reconoceremos ni nos reconocerán -las mascarillas engañan, carefull-. Y cosas así. Buceo un poco. El PP, cansado de parecer una estatua de sal, anuncia que a día de hoy no apoyará el estado de alarma (a día de hoy, ahí está lo sustancial de la frase). A Sánchez van a subirle el precio del bacalao -lógico-. Me apunto que mañana debo detenerme en la política. No sé ni cuántos días llevo aplazando entrar en ese jardín -de flores, sí-. Entran whatsapps (cuándo no). Mira que ves cosas cuando sales a correr, me escriben. Otro. Esta mañana no vi al que dices que se puso la malla de la mujer ni a los convenientes no convivientes, dicen. Estarán en casa untándose crema para las rozaduras -me refiero al de la malla, aclaro-.

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