diario del aislamiento

Día 63

No ha podido empezar peor el día. El virus me ha escrito un guasap, justo antes de que sonara el despertador (lo he leído sin anestesia, en ayunas). ¿Habéis visto que bien me llevo con muchos adolescentes, e incluso con algún gandul que dejó de serlo hace veinte o treinta años? -me pregunta, metido en una bañera de sarcasmo-. Te reconozco que vas ganándonos el partido -admito-. Me lo ponéis tan fácil que a veces me aburro -responde-. Mejor te llamo, si te lo escribo tardo más -propongo-. Y lo llamé (a un móvil de tarjeta, claro). No sé si juegan a rebeldes, valientes o qué, pero quienes actúan como si te hubieras ido son gilipollas, porque hay que ser torpe para pensar que ahora el confinado eres tú -le digo-. Creerán que me aburrí de esperarlos, qué estúpidos, la calle se me da mejor que las casas -sentencia, sabiéndose sobrado-. Dejé ahí la conversación, preguntándome qué cara se les va a quedar a los desentendidos (subespecie que acabará arrastrándonos) si les cae otro confinamiento. La especie engreída, nos dice Francisco J. Laporta. Vendrán más virus y más males y volverán a sorprendernos discutiendo problemas caseros, aplicando la misma receta, queriendo dar respuesta a un problema de todos -apunta Laporta, y acierta- con remedios para unos pocos. Algo he leído (en idéntica línea) a Miquel Barceló. Nos ha faltado la mirada global que tiene la pandemia, ha dicho -tal cual, lo firmo-. Día 62. Sesenta y dos días después los gobiernos anuncian (satisfechos sin causa) que han constituido un grupo de trabajo para averiguar qué hacer con la actividad escolar. Han perdido 62 días (malamente podrá gestionarse esta normalidad con los ritmos, pachorras o vicios de la vieja normalidad). No ha sido una buena idea comenzar el viernes hablando con el virus -o sí, mejor aclarar las cosas-. Me ducho (como lavarse las manos, pero integral). Observo con indiferencia como el cabreo busca camino hacia el desagüe. Pongo la radio. El apartamento de Isabel Díaz Ayuso y cuatro gatos con banderas españolas siguen dando un respiro al Gobierno -Sánchez no debe creerse el regalo que están haciéndole Ayuso y los gatos; qué chollo, con qué poca cosa se consigue distraer la atención de un país-. Retornos. Me sugiere Roberto González que recupere mi disfraz de Heisenberg -Breaking Bad, qué buena-. Bien pensado -respondo a Rober- porque la protección está garantizada. Café, deprisa. Tengo almuerzo. Es el cumple de Marta -hoy la última frase del diario será solo para ella-.

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