diario del aislamiento

Día 65

Hace poco domingo. Madrugo a mi pesar, porque Quico no perdona. Sabe que anoche me acosté tarde (y algo mal; luego, bien)

Hace poco domingo. Madrugo a mi pesar, porque Quico no perdona. Sabe que anoche me acosté tarde (y algo mal; luego, bien). Ese es tu problema -ronronea Quico-. Trasteo en las redes. Los expertos respaldan el marco legal para la pandemia -el Gobierno ha dictado 209 normas en el estado de alarma- pero alertan de inseguridad jurídica (por los cambios y la calidad técnica de algunos textos). Me pregunto qué dirán -esos expertos, u otros- sobre las contrataciones multimillonarias que se han hecho (deprisa, y corriendo) durante estas semanas. Buceo. Llueven elogios sobre el cadáver de Julio Anguita -quién le pidió opinión sobre qué estos últimos años; qué bien nos llevamos los españoles con los muertos-. Viajo al pasado poco reciente. En la antigua Roma se confería a un magistrado la plena autoridad del Estado para emprender tareas de carácter excepcional, quedando los demás magistrados subordinados a su imperium; limitaban enormemente, además, la capacidad de veto de los tribunos de la plebe a las decisiones del dictator (qué familiar nos resulta esa melodía). Regreso a las restricciones del presente imperfecto. En España merodeamos la distopía policial que describe Javier Benítez (del Estado de alarma a la alarma del Estado). Algunos uniformados (pocos, pero algunos) deben mejorar el tacto con el que se dirigen a ciudadanos que deben -y merecen- ser tratados con modales constitucionales -aquí lo dejo, de momento-. Hay quienes en las terrazas progresan adecuadamente con la fase 1, otros no. Tampoco ayuda que a los gobiernos se les haya olvidado lanzar una campaña dirigida específicamente a los más jóvenes. Resulta inconcebible que la política reduzca la comunicación a los brunch de Fernando Simón o a las homilías de Sánchez. Ni uno ni el otro aparecen en el radar de adolescentes convencidos de su inmortalidad. La amnesia de algunos nos abre una boca de agua, parece que el sentido común les da corte (ridículos se sentirán si vuelven a perder la calle; corte dará no pasar el corte). Seamos animales sociales, no animales a secas. Cuesta tener que dar un paso atrás (contenerse) cuando llegan los amigos. No es fácil dar contraórdenes al cerebro -abortar abrazos, tactos, besos.. -. Pero, toca. Toca no tocarse. ¿Y en carnavales? -me preguntan-. Sin vacuna o fármaco no habrá carnavales -respondo-. Dejo aquí el diario. Salgo ya a correr o se me acaba la franja – los franjistas merecen un buen ensayo-.

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