tribuna

El año que perdimos abril

"El mundo entero miró para otro lado esperando que el tsunami se autodeshidratara y claro... pues no"

Por Ana de los Santos

Nada lo anunciaba, o todo. Estábamos tan tranquilos viviendo nuestras anormales vidas normales, quejándonos de nuestros pequeños problemas con talla de molinos (que para eso son los nuestros), salpicados por encima de esos otros supraproblemas como el calentamiento global y sus consecuencias o la ínfima talla de la estirpe política en general… pero sin estresarnos por ellos, charlas de bar o teletertulias de opinateguis, que es lo mismo. Y, de repente, esto. Un tsunami improvisado por la naturaleza… o no, que no nos vamos a enterar, aunque, ¿cuándo ha dejado el hombre de ser naturaleza? Pues eso, un tsunami que se desplazaba lentamente desde Oriente, que todos vimos venir pero del que inexplicablemente nadie se protegió. N-A-D-I-E.
El mundo entero miró para otro lado esperando que el tsunami se autodeshidratara y claro… pues no. Llegó y nos cogió con el culo al aire, literalmente. Con el culo y con la boca y con la nariz y con los pulmones porque resulta que no habíamos hecho acopio de mascarillas, respiradores, batas…. vamos de nada porque aquí en el occidente del bienestar somos muy chulos y no creímos que el tsunami ese nos iba a llegar. ¿Aquí? ¿En estas latitudes?
Aquí esas cosas no pasan tranquiiiiilos, no seáis alarmistas, infantiles, agoreros, decían nuestros sapienciales políticos y algunos de nuestros ilustrados periodistas mientras invitaban a las multitudes a salir a manifestarse y embadurnarse bien del virus. Pues bien el tsunami llegó y nos arrasó y nos dio la vuelta como a un calcetín y barrió debajo de todas las alfombras para descubrir lo poco preparados (o nada) que están nuestros dirigentes, que el sistema funciona por inercia mientras tiran de él los animales de carga hasta que el palo en las ruedas es de tal grosor que ya no hay animal de carga ( o contribuyente) que lo mueva.
¿Y ahora qué señores (y señoras), y ahora que? ¿Ahora cómo lo arreglamos? Ahora que hemos perdido a tantas personas antes de que les llegara su hora, ahora que el miedo impera, ahora que quieren marcarnos con la estrella del virus como en los vergonzosos guetos de antaño, ahora que la economía se hunde en el lodo, ¿y ahora qué?Pues ahora ¿no habrá que retroceder para coger impulso y utilizar este nuevo conocimiento para hacer las cosas bien y obligar a legislar con la cabeza y no con la ignorancia prepotente y exigir que nuestros dirigentes cumplan unos requisitos mínimos como tener estudios, amplia experiencia laboral y de gestión y un mínimo de honestidad y sentido común (¿que locura verdad?)?. Porque ¿cómo es posible que cualquier mindundi pueda ser presidente o ministro?, ¿cómo es posible que hagan carrera política los que no sirven para la empresa privada? ¿cómo es posible que nuestros dirigentes sean los que no han valido para labrarse un futuro por sus propios medios y, sin embargo, decidan el futuro de millones de conciudadanos? Pues eso…Que no es entendible que a un rey que no gobierna se le prepare a conciencia y se le exijan las mas altas virtudes y al personal que si gobierna no se le exija nada, y menos entendible aún es que un barrendero se tenga que aprender la Constitución y un ministro no. Porque en este país para ser presidente solo hace falta que te elijan tus compañeros de partido, por lo que sea, y que luego te voten los ciudadanos porque habitas en su facción preferida y ya esta el lío, aunque el candidato sea analfabeto literal o laboral, que da lo mismo.
¿Para cuándo votar personas por su valía y no candidatos de partidos elegidos al tuntún? Y ¿no habrá que no despilfarrar en asociaciones absurdas y en otro tipo de “mordidas y subvenciones amiguísimas” para así tener un colchoncito para futuros “panproblemas” y defender y apoyar a los empresarios y autónomos de este país que son los que dan trabajo y producen impuestos?. Y si elegimos bien a nuestros políticos entonces serán aptos y no tendrán que rodearse de mil asesores para que les digan cómo hacer su trabajo y eso que nos ahorraremos (y estaría perfecto que esos asesores imprescindibles fueran sabios y no cuñados) ¡Ah! Y ¿no habrá que acordarse de proteger a nuestros científicos y sanitarios que salvan vidas y no de Santa Bárbara sólo cuando truena?. Menos aplausos y más financiación.
En fin, que si este año hemos perdido abril (y el tiempo es el único oro que nos queda) que nos sirva para ganar el resto de abriles de nuestro futuro. Y que sean muchos.

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