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El día en que el mundo se volvió majareta

Nadia es una enfermera de Rusia, que atiende a pacientes del coronavirus. Tenía tanto calor en el hospital que se despojó de su ropa adecuada y dejó ver sus bragas y su sostén bajo la bata transparente, que ellas llaman EPI. Los enfermos mejorcitos aplaudieron a rabiar la ocurrencia de Nadia; los más malitos murieron del susto. Ella se defiende: el calor era insoportable. Por cierto, bonito conjunto. Dos amantes iraníes fueron condenados a 16 años de prisión y a recibir 74 latigazos por declararse su amor en Instagram. Los amigos de Iglesias son inflexibles con esas manifestaciones sentimentales. Con el mismo entusiasmo que pone la mano, el Coletas debería telefonear al ayatolah para que perdone el castigo a la pareja de jóvenes, que no ha hecho absolutamente nada: sólo quererse. En Madrid se investiga a quien disparó contra uno de los coches de la manifestación por España, disparo al más puro estilo bolivariano. Porque aquí sólo se aprende lo malo. Parece que fueron hechos los disparos con una escopeta de balines, pero da igual. Si le coge un ojo al afectado se lo fastidia. Nunca se encontrará al autor, porque la Guardia Civil está muy ocupada en vigilar el chalé de Galapagar de la pareja comunista y gubernamental y no tiene tiempo para otras cosas. Se rumorea que Trump pondrá precio a la cabeza de Zapatero y de Monedero, modalidad de busca y captura. Uf, mala suerte la de estos dos pájaros. La de Maduro, que es un cabezón, ya lo tiene y Trump ha dicho (sic) que “lo tenemos rodeado”. Desde luego, el mundo está muy raro y cada día nos sorprende con noticias como estas, que he extraído de los periódicos, no son nada fakes. Hay más: Nadia Calviño tiene redactada su dimisión. Y si cae Nadia, caen más. ¿Puede una persona sensata como ella pertenecer a un Gobierno de memos?

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