tribuna

En recuerdo del Servicio de Extensión Agraria (I), por Luis Carazo García-Olalla

En estas fechas próximas a la festividad de San Isidro Labrador, patrón de los agricultores y protector de nuestros pueblos, y todavía en un aislamiento obligado por la amenaza del coronavirus, se disparan los recuerdos de quienes hace mucho que peinamos canas y en su día hicimos del campo español motivo de una apasionada vocación profesional. Durante la segunda mitad del pasado siglo, nuestra agricultura y nuestros medios rurales experimentaron una profunda transformación por la confluencia de poderosas fuerzas y diversas circunstancias, dentro de las cuales quiero resaltar el extraordinario fenómeno de cooperación que se produjo entre los agricultores y el Servicio de Extensión Agraria, un Organismo modesto en cuanto a medios materiales y capacidad normativa pero de una enorme riqueza en ideario, recursos humanos y estructura. Su mérito principal consistió en servir de palanca para que la población agraria y rural pudiera proyectar sus enormes potenciales en favor del progreso de su sector, de su medio y, naturalmente, en su propio desarrollo y bienestar.    n estas fechas próximas a la festividad de San Isidro Labrador, patrón de los agricultores y protector de nuestros pueblos, y todavía en un aislamiento obligado por la amenaza del coronavirus, se disparan los recuerdos de quienes hace mucho que peinamos canas y en su día hicimos del campo español motivo de una apasionada vocación profesional. Durante la segunda mitad del pasado siglo, nuestra agricultura y nuestros medios rurales experimentaron una profunda transformación por la confluencia de poderosas fuerzas y diversas circunstancias, dentro de las cuales quiero resaltar el extraordinario fenómeno de cooperación que se produjo entre los agricultores y el Servicio de Extensión Agraria, un Organismo modesto en cuanto a medios materiales y capacidad normativa pero de una enorme riqueza en ideario, recursos humanos y estructura. Su mérito principal consistió en servir de palanca para que la población agraria y rural pudiera proyectar sus enormes potenciales en favor del progreso de su sector, de su medio y, naturalmente, en su propio desarrollo y bienestar.    ¿Cómo fue posible tal proceso y sobre qué bases se fundamentó?. En primer lugar, en la aparente obviedad de que la agricultura la hacen los agricultores, esto es, en que sus resultados son la consecuencia de los millones de decisiones que ellos adoptan. Si bien los Poderes Públicos y muchas iniciativas privadas aportan las infraestructuras y los elementos normativos, técnicos, económicos, comerciales, etc. que constituyen el marco de actuación del sector, el protagonismo corresponde siempre a los agricultores y los resultados finales dependen de lo que ellos hagan. En consecuencia, si queremos que la agricultura progrese, ayudemos a que éstos desarrollen sus capacidades para tomar, en cada caso, las mejores decisiones. Ello requiere, naturalmente, ampliar sus saberes y experiencias, pero también un trabajo codo con codo  fomentando actitudes favorables al cambio y al progreso, ayudando a analizar situaciones, a abrir perspectivas, a ponderar opciones, a adoptar las resoluciones más convenientes y, finalmente, a que sean aplicadas; es decir, más allá de la divulgación y el asesoramiento, lo que caracterizó al Servicio de Extensión Agraria fue la promoción de acciones de los agricultores como base simultánea de su progreso material y de su aprendizaje.      En segundo lugar, la evolución general de los problemas y soluciones que afectan al sector agrario está experimentando en los últimos tiempos una aceleración sin precedentes. Ya fue así en la época del Servicio de Extensión Agraria, lo es actualmente y todo hace pensar que continuará incrementando su ritmo cara al futuro. Lo cual implica que las capacidades de análisis y decisión que precisan los agricultores no sólo deben ser del mayor nivel posible en un momento dado, sino de un dinamismo que les permita acomodarse permanentemente a los nuevos retos; en definitiva, una mentalidad crítica y de cambio asentada sobre un sólido acervo de convicciones y competencias.Quiero referirme a un tercer aspecto que fue esencial en el proceso de cooperación entre los agricultores y el Servicio de Extensión Agraria al principio mencionado. La agricultura es, evidentemente, una actividad económica, pero, en su configuración más frecuente de explotaciones familiares, también ha sido -y hasta cierto punto puede seguir siéndolo- una forma de vida con implicaciones que no suelen producirse, o no en el mismo grado, en otros sectores y en otros tipos de empresas. Para no ser exhaustivo, sólo voy a mencionar el peso de la tradición y los vínculos entre la explotación agraria y la familia, incluso entre la explotación agraria-familia y la comunidad rural. Todo ello conforma una realidad compleja de intereses y afectos, de tradiciones y valores de distinto signo, de argumentos y contrapesos que el Servicio de Extensión Agraria trató en su día de desentrañar, tomar en cuenta en sus actuaciones y aprovechar en sus posibles sinergias.Cuando los primeros Agentes de Extensión aparecieron en el campo fueron recibidos por los agricultores con una mezcla de curiosidad y escepticismo. ¿Qué podían enseñar aquellos jóvenes de ciudad a quienes habían pasado su vida entre el ganado y los cultivos?. Además de darse a conocer, su principal tarea en aquellos momentos consistía en ganarse la confianza de la población a la que iban a servir, y ello suponía fundamentalmente demostrarle que podían serles útiles. La aplicación de soluciones técnicas, sencillas en muchos casos, cumplió con suficiencia esta necesidad; fueron los primeros pasos que, afortunadamente, poco a poco se irían complicando, a la vez que las figuras del Agente de Extensión y de la Agente de Economía Doméstica se hacían familiares en los medios rurales. El otro argumento principal para ganar la confianza, convertido en signo de identidad permanente del Organismo, fue la concepción de su labor como un servicio en el más completo sentido de la palabra; presencia y comunicación continua con la población agraria en los lugares y a las horas más favorables para la misma, competencia técnica, rigor profesional, entrega y absoluta disponibilidad, fueron rasgos esenciales que los agricultores supieron captar en todo su valor y que se convirtieron en claves del éxito.

*Agente de Extensión Agraria

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