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Esta España nuestra

Se está poniendo bonita esta España nuestra en el Congreso. No sé si llegaremos a las maneras de aquel de Taiwán, cuando los diputados se daban de hostias durante las sesiones, pero estamos a punto. Las formas se han perdido desde que en el Congreso entraron los anoraks raídos y desde que al monarca se le va a visitar en mangas de camisa. Parece mentira de lo importante que pueden ser las formas en la gobernanza de un país. Hay demasiado odio en esta España nuestra y ya no hay dos Españas, como cuando Machado, sino una por partido o una por pensamiento. Yo mismo tengo una España y usted, desocupado lector, tendrá otra. Yo creo que en el deterioro del país ha tenido también que ver la televisión basura, desde la isla de los famosos a las tertulias en donde los propios tertulianos se sacan del culo sus miserias. Se ha embrutecido todo; la política no ayuda sino que insiste en el deterioro y la verdad es que le entran a uno ganas de emigrar. ¿Pero a dónde voy si todo está infectado de coronavirus? La solución es quedarse en casa y salir sólo en el coche, dar dos vueltas y volver a entrar, porque ni siquiera te puedes sentar en una terraza: recibirías las gotas de la nariz de un camarero que te toma la comanda en modo aéreo, sobre ti. Estamos perdidos, el café ya no trae borras sino gotas de coronavirus y el barbero ya no te corta con la navaja sino que te deja k.o. con la saliva, porque el barbero ha sido siempre muy alegador. Hay lectores que prefieren que yo no hable de política, porque saben lo que pienso, sino que me vacile de mi sombra. Vale, eso haré, pero es que la crispación me roza el humor y me lo saca de órbita.

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