despuÉs del paréntesis

La sirenita

Copenhague es una ciudad bella. Por los edificios rutilantes de techos verdes que el rey Cristián IV, el virtuoso guerrero y reformista, hizo construir al estilo renacentista. Por la deliciosa plaza del Ayuntamiento, la escultura de Hans Christian Andersen al frente. Por los jardines y las zonas de recreo del Tivoli. Por sus museos, el Nacional rutilante. (Ahí se encuentra, por cierto, el original de un soberbio libro nuestro que alguien de la corte de España deslizó hasta Copenhague. Se encontró en los fondos de la Biblioteca Nacional a principios del siglo XX. Se trata de una singular y maestra obra de Guamán Poma de Ayala que habla de la síntesis del mundo andino y del español de llegada. Concluida a principios de 1600, cuenta con 1.180 páginas y 397 grabados. Nunca se publicó. Se llama El primer nueva crónica y buen gobierno). Y quinto por su excepcional puerto.

Mas cuando uno visita la zona está señalado por un registro: La sirenita, el símbolo de la ciudad. A poco que se encuentre allí, todo extraño se apresta. Una barca te lleva hasta su encuentro. Es una pieza de bronce de no más de un metro. Representa a una chica desnuda con los pies en forma de aletas que mira al mar sentada en una piedra. El escultor Edvard Eriksen la montó ahí en el año 1913. Múltiples desmanes ha reunido a lo largo del tiempo, hasta el hoy en que resulta inexcusable.

Dos pormenores registra esa pieza. Uno, el cuento de hadas del mismo título de Andersen que vio la luz en el año 1837 y, dos, la bailarina principal del Real Ballet Danés Ellen Price. Todos los distinguidos contemplaron su esplendor. Uno en especial, el hijo del fundador (luego dueño) de la marca de cervezas Carlsberg, Carl Jacobsen. Anonadado por el talento de la joven, decidió: financiar una escultura en su honor. Mas lo proverbial de esa sociedad es lo que atañe al comportamiento de los pudientes y su posición social: no para disfrute particular, un regalo para los ciudadanos. Así ocurre; los habitantes de Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia son los dueños, por ejemplo, de las joyas de la corona. Eso hizo Jacobsen: aparte de la dicha escultura, legó al pueblo danés su extraordinaria colección de arte que contiene piezas de Egipto, Grecia, Roma, una sorprendente colección de pintura con algunos cuadros primorosos de Cézanne o de Van Gogh y una extraordinaria colección de esculturas de Rudin. Vista al público.

Esa es la diferencia entre el socialismo teórico y el socialismo real.

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