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“Los servicios de información le dijeron a Suárez que EE.UU. apoyaría a Cubillo si España no entraba en la OTAN”

José Manuel Otero Novas (Vigo, 1940) ha observado con detalle a lo largo de los últimos años en qué se ha convertido el sistema político que diseñó el conocido como Grupo Tácito
José Manuel Otero Novas, exministro de la Presidencia y de Educación. | EUROPA PRESS
José Manuel Otero Novas, exministro de la Presidencia y de Educación. | EUROPA PRESS

Ha sido persona de confianza del expresidente Adolfo Suárez y una pieza clave en el Ejecutivo que hizo posible la Transición. Todavía se identifica con el centro, y considera que es crucial regresar a él para fraguar acuerdos que saquen a España de la crisis económica en la que se sumirá una vez superada la emergencia sanitaria del coronavirus, como los denominados Pactos de la Reconstrucción de los que habla el presidente Pedro Sánchez. José Manuel Otero Novas (Vigo, 1940) ha observado con detalle a lo largo de los últimos años en qué se ha convertido el sistema político que diseñó el conocido como Grupo Tácito, al que pertenecía, y si se están atendiendo las sensibilidades de las periferias; una realidad que conoce de primera mano, incluido en el caso canario, pues vivió momentos de especial fricción entre el Madrid y las Islas que, parece, comienzan a reavivarse. En esta entrevista concedida a DIARIO DE AVISOS, defiende la necesidad de que las Islas sean ahora apoyadas económicamente por el Gobierno de Sánchez, como hizo Suárez. También resalta que EE.UU. amenazó entonces al presidente español con promover la independencia de Canarias si el país no entraba en la OTAN.

– ¿Cómo ha pasado el confinamiento obligatorio y las restricciones de movilidad?
“Lo estoy soportando bien, pero naturalmente con ganas de salir, y bien, porque hacerlo para hablar con alguien a tres metros de distancia no me apetece. Estoy cumpliendo las instrucciones, crea en ellas o no”.

– ¿Tiene miedo?
“No. Tengo precaución y sé que hay que tener cuidado. Tampoco voy a presumir de valiente, pero no tengo miedo a morir. En algún momento hay que hacerlo, aunque procuraré que sea lo más tarde posible”.

– ¿Qué le parece la gestión de la crisis sanitiaria actual?
“Bueno, quiero respetar la gestión de las autoridades, máxime en momentos en los que las cosas son difíciles; ellos no estaban preparados para esta situación, y estoy seguro de que tratan de hacer las cosas bien. Dicho esto, mi criterio sobre la gestión de la crisis es negativo, porque hay bastantes cosas que son censurables. No solamente haberle restado importancia al principio, probablemente impulsados por el deseo de favorecer las manifestaciones del 8 de marzo, sino que han metido a un grupo de ministros de Podemos, desplazando a los funcionarios. Ese bajonazo en la gestión profesional de la función pública se nota en las normas que están publicando. Ya sé que tienen buena intención, pero son errores que provocan muertes”.

– ¿Ha sufrido la pérdida de algún amigo o familiar?
“No muchos. Pocos, pero algunos sí, y como es lógico no he podido ni ir al entierro. Me he tenido que contentar con llamar a un pariente por teléfono. Es mi única condolencia transmitida”.

– ¿Cree que volveremos a la normalidad tal y como la conocíamos antes de la pandemia?
“Los conceptos son importantes. La nueva normalidad de la que habla el Gobierno me asusta, porque claro, tienen un componente que hoy lo dice menos, pero que en otros tiempos estaba recordando a Lenin; el hombre nuevo, la nueva sociedad… son recuerdos trágicos y cuando ponen esos adjetivos te hacen temblar. Pero bueno, yo espero que sí volvamos a la normalidad, aunque debo decir que me preocupan mucho los 12 meses que pasen a partir de hoy. No sabemos a cuánta gente le ha afectado el virus. Lo único que he escuchado es que van a hacer muestreo de test, y eso no lo acabo de entender. Puede hacer muestreos para unas elecciones, porque los datos de unas personas los puedes extrapolar a otras en sus mismas circunstancias, pero el que uno esté contagiado no quiere decir que otro con unos rasgos parecidos también lo esté. Creo que no es una solución y me preocupa el rebrote”.

– ¿Qué hay del embate económico? Las previsiones apuntan a un desplome histórico…
“En esta ocasión Europa le va a dar a la máquina de fabricar euros, y parece que lo hará sin miedo. Si hay fuertes inyecciones de crédito, creo que aunque ahora vayamos a una situación muy mala, en un año podremos empezar a remontar. Otra cosa es que, aprovechando esta crisis, se hagan experimentos políticos. En estas circunstancias de crisis, los aventureros del espíritu pueden hacer su agosto y establecer lo que no queremos, como con el comunismo ruso o el nazismo. Habrá, por lo menos, un año con problemas, hambre y angustia, y eso es fácilmente explotable”.

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– ¿Lo teme por los dos extremos? ¿Por izquierda y derecha?
“Bueno, no conozco ningún proyecto en este sentido de lo que se dice que es la extrema derecha. No lo conozco. Sí he escuchado cosas de la extrema izquierda. Hay una cosa que debo añadir, eso sí, y es que de lo que está predicando la extrema izquierda, en principio, hay un elemento básico con el que estoy de acuerdo: cuando hablan de la renta mínima. Las personas como yo, que participamos del humanismo cristiano, sabemos que la sociedad tiene que garantizar un mínimo vital; que en circunstancias de hambre y falta de medios tenemos que dárselo. Pero hay que ver hasta dónde llega, porque si conseguimos que el 40% de la población esté subsidiada se puede crear masas que no quieran trabajar, y que pueden ser manipuladas”.

– ¿Qué opina de la ‘insolidaridad’ de algunos países sobre las ayudas para afrontar la crisis? ¿Cree que se está tensando mucho la cuerda en la UE?
“No sé si calificarme de euroescéptico o no, pero bueno, no tengo una confianza ilimitada en las soluciones europeas. He escrito sobre la evolución del proyecto europeo desde la caída del Imperio Romano de Occidente, y son infinidad de ocasiones en las que Europa se ha creado y luego se ha desecho. Ha estado siempre subordinada a alguien; hubo un tiempo en que era la de Carlomagno, los reyes medievales de España, Napoleón, Hitler… pensar que esta vez va en serio, sí, puede ser, y yo lo pensé en los inicios hasta que, más o menos en 1990, empezó a entrar el afán imperialista de Europa. La gente con la que yo hablaba quería concebir una Europa que sustituyera el imperialismo de los Estados Unidos. Eso es fantástico, es un sueño, pero claro, ahora tenemos una Europa con una extensión que políticamente no la ha tenido nunca. No puedo asegurar que dentro de 50 años la Unión Europea exista. Europa sí, existirá; yo soy europeo desde que nací. Pero la UE no lo sé”.

– Entonces, ¿qué hay de la falta de solidaridad de la que tanto se está hablando?
“Esta crisis ha puesto de manifiesto una debilidad clarísima de Europa. No queremos abrir los ojos porque es muy doloroso, pero nuestro presidente del Gobierno ha pedido dinero a fondo perdido y le han dicho que no. Y yo comprendo a los que se lo han negado: a Holanda, Alemania, Austria… pero a Austria la entiendo un poco menos, porque cuando yo era niño y España todavía estaba en la miseria después de la Guerra Civil, sobre 1950, todos los niños de los colegios de Vigo íbamos a la estación de ferrocarril para ver a los niños austriacos que venían a las casas de la ciudad que los podían acoger, y así en toda España. Nosotros no éramos ricos y acogíamos, naturalmente a fondo perdido, a los niños austriacos. Y en el caso de los holandeses, que son los que más han dado la cara a esta posición, comprendo que no nos quieran dar dinero a fondo perdido porque cuando yo era joven y visitaba Holanda veía cómo a la gente que no tenía casa le daban refugio donde domir y alimentación; no solamente a los pobres por accidente o por enfermedad, sino también a los pobres por vicio o vagancia. ¿Por qué a esos sí y a los del sur no? Porque hay una diferencia: aquellos son de su nación y nosotros no. Media Europa está diciendo que de ninguna manera somos de la misma nación”.

– ¿Cree que es viable el Pacto de la Reconstrucción? Se compara con el de la Moncloa, del cual usted fue partícipe.
“No, yo creo que no. Recomiendo que dialoguen y que traten de conseguir lo que se quiera, pero la idea de unos nuevos Pactos de la Moncloa es algo contranatura. Los hicimos en 1977 porque el Gobierno era de centro, y era muy bueno, porque había que poner de acuerdo a unos y a otros. Nos reuníamos en Moncloa con la izquierda y con la derecha y no teníamos miedo a los consensos, porque aunque se llegara a una solución distinta a la que nosotros queríamos aplicar, si se alcanzaba por consenso de izquierda, derecha y nosotros, siempre iba a ser en línea centrista. Eso hoy es imposible. Tenemos un Gobierno socialista con comunistas y separatistas. Los grandes pactos solo serían posibles si el presidente del Gobierno tuviera en mente cambiar sus alianzas hacia la derecha, que es una posibilidad, pero quizás no lo más probable”.

– ¿No confía en las circunstancias y actores actuales para llevar a buen puerto los pactos?
“El poder tendría que estar centrado. Los partidos de centro son muy buenos en momentos de crisis; Cánovas, cuando se hizo la Constitución de 1876, jugó al centrismo y pactó con Sagasta. Nosotros, tras la muerte de Franco, también. Pero un Gobierno tan escorado como el actual me parece que no. No obstante, mi consejo es que hablen y traten de conseguir lo que puedan”.

– ¿Quién es Adolfo Suárez? ¿Qué puede decir de él?
“Bueno, el Adolfo Suárez que yo conocí es una figura irrepetible. Tengo un concepto fantástico de él. Era una persona muy inteligente, cordial, simpático, dialogante, que aceptaba ayudas, sugerencias y contradicciones, y que, para el periodo que le tocó vivir, es muy difícil pensar en otra persona que pudiera hacerlo mejor”.

– ¿Qué características o rasgos diría que tenía la generación política de la Transición y que posibilitaron el acuerdo?
“Hombre, la situación era muy distinta. Lo que entonces teníamos era, por una parte, una derecha que estaba dispuesta a sacrificar muchas de sus ventajas, porque pensaba que el régimen que se había vivido no era sostenible; y luego había una izquierda que tuvo sentido de la responsabilidad, promovido por un afán de aflorar a la superficie y conseguir lo que llevaban 40 años sin poder lograr. Esas dos corrientes se unieron junto con el recuerdo de la Guerra Civil y la necesidad de que no se repitiese. Eso hizo posible la Transición. Hoy ya no es lo mismo. Tenemos una clase política profesionalizada. Podríamos ir viendo uno a uno y nos daríamos cuenta de que una cantidad enorme de dirigentes han empezado a ganar dinero con la política y, naturalmente, eso les condiciona”.

– ¿Mantiene contacto con Canarias? Alguna amistad, algún antiguo compañero…
“Muy poquito. Alguna vez hablo con Lorenzo Olarte o con Guillermo García Alcalde, y lo hacía con Leoncio Oramas, pero poco más. Y todo eso después de haber tenido una relación muy intensa con todas las islas, porque me las he recorrido todas, hasta La Graciosa”.

– ¿Cómo fue su itinerario?
“Cuando murió Franco teníamos que contactar con todo tipo de fuerzas y, además, pulsar el ambiente de Canarias y ver sus necesidades. Hice varios viajes a las Islas, pero el primero fue consecuencia de Matías Vega, un personaje canario del régimen anterior, un cacique u hombre con mucha influencia y poder de la provincia de Las Palmas. Se presentó en Madrid a decir que Canarias era la Cuba y el Puerto Rico del siglo XX. Una expresión muy grandilocuente. A Fraga, que era vicepresidente del Gobierno, le impactó y me envió a las Islas”.

– ¿Qué se encontró?
“No percibí riesgo de antiespañolismo, pero sí una sensación de cierto abandono, y desde luego la necesidad de una atención singular. Es algo que los gobiernos de España han sentido en diversas ocasiones, y yo también”.

– ¿Cree que se le debe dar un trato diferenciado a las Islas para salir de esta crisis? En su época estuvo el Plan Canarias…
“Yo siempre he sido especialmente sensible con las reivindicaciones periféricas, y con la España de las autonomías hemos disparado una serie de demandas y de sensaciones de agravio que desde el centro nos parecen artificiales. Pero sí, cuando a mí me correspondió ocuparme de Canarias defendí que hiciéramos un plan de inversiones, que me encargó Suárez y me costó bastante sacar adelante, pero que saqué con entusiasmo porque había que hacerlo y yo creía que, efectivamente, teníamos que volcarnos en Canarias. Pienso que ahora los que viven del turismo van a sufrir mucho con el coronavirus, pero cuando lo del virus se solucione, el asunto quedará prácticamente resuelto, porque los turistas no tendrán motivos para no viajar”.

– ¿Qué hay del líder independentista Antonio Cubillo? Tuvo alguna experiencia con él…
“Bueno, he de decir que yo no creo que el acuchillamiento de Cubillo en Argel fuera organizado por españoles”.

– ¿Y al revés? ¿El supuesto intento de asesinato a Olarte?
“Pues puede que sí. A Cubillo le escuché una frase que me llegó al alma. Cuando fui una vez a la isla de La Palma él, en su programa de las once de la noche de Radio Argel, dijo: ‘El señor Otero Novas está en La Palma, qué pena que no haya explosionado el [Volcán] Teneguía’. Recuerdo que fue su comentario, pero personalmente él no me ha hecho nada, aunque es verdad que una vez fui con Suárez a Canarias y en Tenerife la Guardia Civil nos enseñó unos aviones teledirigidos que, presuntamente, tenían cargas explosivas para cuando pasáramos por la calle. Pero no sé si era verdad, una exageración o una falsa denuncia. No lo sé”.

– ¿Qué papel desempeñó entonces EE.UU. ante España respecto a Canarias?
“Sí. Los servicios españoles de información le transmitieron al presidente del Gobierno que habían sabido que los Estados Unidos tenían previsto utilizar el movimiento canario para declarar la independencia si España no entraba en la OTAN. Mi opinión al presidente, cuando me la pidió, fue que esa información seguro que la habían suministrado los propios estadounidenses, y le sugerí que hiciera una contestación parecida, y fue una declaración del ministro de Exteriores en la que decía que, todavía no, pero que entraríamos. Pocos días después me llamó el embajador de España en Argel para decirme que acababan de acuchillar a Cubillo en la calle. A continuación, el Gobierno argelino cerró la emisión de Canarias Libre en la radio. Y se acabó”.

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