por que no me callo

Un año del 26-M

El 26-M era una cita electoral que prometía. Venía precedida como fecha psicológica de todas aquellas especulaciones sobre la ciclogénesis de un combo electoral, el famoso superdomingo. Las cábalas astrales auguraban una sacudida de urnas, como si la coctelera se agitara en el aire sin que nadie supiera a qué iba a saber el escrutinio cuando todo el misterio se reducía a si habría o no estabilidad. Lo que en España representaba un escenario desconocido para partidos bisoños en materia de pactos, en Canarias era la especialidad de la casa. Las Islas ignoran lo que es una mayoría absoluta y, sin embargo, empezaban a acostumbrarse con Coalición Canaria a una suerte de dinastía, como en México con el PRI.

No hubo una sola jornada de elecciones masivas, pero aquel 26 de mayo Canarias batía récords desdoblándose para atender a tantas urnas. Y el resultado deparó un tsunami para el único partido que no estaba mentalizado para perder. En la caída de Coalición Canaria, que negoció torpemente en la ronda de pactos, influyeron varias circunstancias. La foto de cabildos, ayuntamientos y Gobierno amenazaba una barrida generalizada que, de consumarse, equivalía a borrar del mapa al partido que había regido los destinos del Archipiélago durante más de un cuarto de siglo. Y así fue. A Canarias no la iba a conocer ni la madre que la parió, por decirlo con la greguería de Alfonso Guerra.

Hoy las censuras vuelven a subir a la palestra a falta de otro discurso más elocuente. En La Oliva ayer regresó a la alcaldía el marqués González Arroyo por vía filial. En El Hierro se cocina a fuego lento la reunificación de AHI, con la consiguiente toma del Cabildo si es que cede el dique Belén Allende, cuya reticencia es el único palo en esa rueda. En Santa Cruz es un secreto a voces que ATI regresa al precio que sea, y hasta el parto de Arrimadas conviene a la falsamente desmentida censura, pues alimenta la tesis de que en esa casa de Cs gobierna cualquiera, no hay por qué obedecer a nadie en particular y pronto Cs será CC con el solo cambio de una letra.

Fríamente visto, será el primer caso de un partido que gobierna y se autocensura para que otro le quite el poder que ostenta. Pero en Madrid no se enteran de esos detalles, estamos tan lejos, se dicen gozosos y tamayosos los que fraguan la conspiración, que ya venden la piel del oso antes de cazarlo.

Este año de catástrofes ha sido, está siendo, catártico, políticamente purgativo, si bien para CC se ha hecho eterno el purgatorio. Las raíces del viejo régimen se hunden en lo más profundo de una sociedad conformista. Mandaban los de siempre con el vasallaje de los años de poltrona y las ínfulas de nuevos ricos de la última generación de jerarcas, malos herederos del talante y la pericia de sus predecesores. El tiempo todo lo desgasta y CC, ya hecha una caricatura de partido nacionalista, acabó en Madrid arrumbada entre escaños residuales como Teruel Existe. Solo la memoria de haber sido la dueña de la finca durante tantos años de lidiar con medianeros le dura. Con esa cultura del cacique político que viaja a Madrid a medrar con ayuda de bedeles y subalternos ha hecho algunas amistades. ¿Arrimadas, entre ellas? No está claro, pero ese partido está descabezado en Canarias y se ha puesto a tiro la oportunidad con el nada inocente cambio de edil. Un año de sequía después, Santa Cruz está en almoneda y, llevados del entusiasmo, voces y amistades -pocas-de las dos orillas culebrean con la idea de tender puentes entre el PSOE y CC por si el coronavirus tumba al Gobierno. No caerá esa breva.

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