tribuna

Omerta-nepotismo

La pandemia y su consecuente aislamiento social y confinamiento aparte de ser una experiencia vital imborrable de difícil digestión y que en algunos casos dejará secuelas psicológicas, también nos hace recapacitar, reprogramarnos porque nada será igual a partir de este desgraciado acontecimiento sanitario. Hace unos días escribíamos un artículo, a modo de reflexión en voz alta, sobre el confinamiento obligado por un estado de alarma y este por una pandemia de Covid-19 que nos ha permitido ver lo mejor y lo peor de la sociedad en la que vivimos, aparte de la terrible letalidad sufrida, sobre todo, en edades avanzadas. También comentábamos que nos estimula a retomar la lectura y relectura de libros que, por cierto, muchos de ellos son de plena actualidad a pesar de ser escritos desde hace tiempo.

Uno de estos textos es El silencio no es rentable de Herb Schmertz, con William Novak, que es una máxima que aplicamos desde hace mucho tiempo nosotros y que da una tranquilidad grande de espíritu, pero que hay responsables políticos, periodistas y ciudadanos que practican muy poco y se convierten en silenciosos cómplices, seguramente muchas veces sin querer. Todo esto ha contribuido también a que venga a la memoria la omertá o la famosa ley del silencio, que viene del código de honor siciliano que prohíbe informar sobre las actividades delictivas consideradas asuntos que incumbe solo a la persona implicada. Esta práctica es muy defendida en caso de delitos graves o en los casos de mafia, donde un testigo o una de las personas mencionadas prefiere permanecer en silencio por miedo a las represalias o por proteger a otros culpables. En la cultura de mafia romper el juramento de omertá es punible con la muerte. Se empezó a usar sobre los años 1800. Algunas teorías sobre su origen la relacionan con la palabra latina humilitas (humildad), que se adoptará después a los dialectos de Italia meridional y se modificará hasta convertirse en Umirtá. De la forma dialectar se pudo llegar a la forma italiana actual.

También y muy relacionado con lo anterior está el nepotismo, que suele ser dos “instrumentos” (omertá-nepotismo) que desgraciadamente son utilizados de forma conjunta por quien no tiene factores inhibitorios, como está ocurriendo en este país con Gobierno legítimo que se llama España.

Por nepotismo entendemos que es la preferencia que tienen algunos por dar empleos y favores, aprovechándose de sus cargos, a familiares y amigos sin importar el mérito para ocupar el cargo, sino su servilismo o alianza.

De acuerdo con el número 2 del artículo 21 de la declaración de los Derechos Humanos, “toda persona tiene derecho al acceso en condiciones de igualdad a la función pública de un país, al igual que en otros sectores de la vida social de la democracia”, por lo que es evidente que la omertá-nepotismo violenta los derechos humanos.

Estos dos instrumentos (omertá-nepotismo) malvados que distorsionan el comportamiento social (patología social) y que, además, intoxican las relaciones humanas tristemente son demasiado frecuentes en este mal momento que nos ha tocado vivir. La aplicación de omertá-nepotismo está siendo un instrumento habitual de los que gobiernan pasando muchas líneas rojas que están afectando a la justicia, las instituciones, las fuerzas de seguridad del estado, la prensa, etc…

Aunque somos optimistas, producto de ser un pesimista informado, nos apresuramos a decir que de esta también se sale, pero que sugerimos a todos más implicación, porque si la democracia es un estado de opinión pública y la política son sentimientos y referencias la participación libre y desinteresada en ella debe ser imprescindible, para conseguir objetivos colectivos que hagan mejorar la vida de los ciudadanos de cualquier ideología, sexo, religión o raza.

Es difícil entender que siendo unos coherentes profesionales como ciudadanos nos convirtamos en incoherentes y, además, recordar que, aunque uno pase de la política, la política no pasa de ti. No tiene que ver con la ideología, sino con la participación en la creación de la opinión pública con coherencia.

Es verdad que España es un gran país, pionero mundial en múltiples factores: trasplantes, telecomunicaciones, transportes, programación, genómica, etc… No es menos cierto que el mayor “enemigo” de un español suele ser otro y no el de fuera. País en el que cabemos todos, siempre que se respeten las reglas del juego que nos hemos dado ( la Constitución) sin cambiarla en mitad del partido.

 

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