Del “Quien hizo la ley hizo la trampa” a la picaresca del Lazarillo de Tormes tan solo hizo falta una pandemia… o por lo menos el tiempo que nos dio esta para, a cámara lenta, darnos cuenta de muchos de los movimientos de aquellos que mueven los hilos a su antojo. La desidia y el aburrimiento han tenido sobreinformados a aquellos que hace cuatro meses dedicaban un minuto diario de su tiempo a, por ejemplo, las circunstancias políticas del país. Más informados de lo general y en muchos casos infoxicados. Sí, sí, han leído bien. Porque si para algo ha servido la pandemia es para crear y reivindicar palabros tipo “desescalada” o “infoxicación”. Este último alude al exceso de información como la causa de la desinformación y la confusión de muchos, hoy, en referencia a temas políticos, económicos y, sobre todo, de salud. Es tanta la información, veraz o no, que hemos estado intentando procesar que hemos ignorado aquellas obviedades que se escondían tras muchas de ellas. Competencias autonómicas veladas por un Estado de Alarma del que, aún, muchos desconocen su significado, Expedientes de Regulación de Empleo Temporal del que muchos anhelaban su pago y ahora reniegan frente a posibles consecuencias fiscales… y el abuso de los mismos por aquellas empresas que creíamos solventes pero que necesitan del dinero público, nuestros impuestos, para cubrir los sueldos de sus trabajadores, por lo menos, hasta la Semana Santa que estar por venir. Sí, estamos empezando el verano de 2020. La sobreinformación como bomba de humo para desinformar a aquellos que votan y pagan impuestos pero… ¿quién lo ha orquestado? ¿Ha sido un movimiento casual del que los interesados se han valido o ha sido una estrategia más de aquellos que insisten en vernos como “simples borregos”.