Don Guaranio Restrepo, que tiene 73 años y vive en una localidad nicaragüense cercana a Matagalpa, ha batido un récord que los médicos consideran difícil de superar. Ha permanecido 36 horas con un priapismo irredento, insensible a los copiosos chapuzones con agua helada en el miembro viril, a los medicamentos relajantes y a todo cuanto a los galenos del pueblo se les ocurría sobre la marcha para bajarle aquello. Don Guaranio, que copulaba con su pareja, de 25 años, en el lecho común, fue incapaz de rematar la faena; y abrazaditos y andando despacito acudieron ambos a la consulta del galeno más próximo, que logró desconectar a la pareja, pero no ablandar a don Guaranio, que tuvo que ser llevado a un hospital en una ambulancia, naturalmente boca arriba. Tras ímprobos esfuerzos de los galenos, uno de los cuales tenía experiencia con curas rurales de Galicia, en la lejana España –según ha trascendido—, y a las 36 horas desde que don Guaranio recordó haberse entusiasmado, la cosa cedió y al parecer el paciente no presenta deterioro en sus cuerpos cavernosos, que es donde ronda el peligro en estos casos. Lo de los curas gallegos lo digo, no de mi cosecha, sino que ya lo había apuntado don Camilo José en una de sus últimas novelas, refiriéndose a un párroco rural llamado don Merexildo, que para criadas y viudas era como cochino pa cáscaras. Una vez estabilizado del espolón, los médicos practicaron una revisión a fondo a don Guaranio, que no había consumido producto estimulante de la erección alguno, sino que atribuye su descomunal rigidez a la ingesta de unas raíces que él creía nutritivas de cierto árbol que sólo crece en Nicaragua. Nosotros, que se sepa, sólo tenemos aquí el antecedente del Cartero de Tacoronte, que levantaba tres kilos de lo que fuera con el miembro enhiesto. Pepe ya murió.