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Via Veneto

Ya lo he contado alguna vez. En una pared de la Via Veneto, hay una placa, que a veces encuentro y a veces no, que dice: “A Federico Fellini, que hizo de Via Veneto el teatro de la Dolce Vita. 20 de enero de 1995”. Alguien, no sé si en las memorias de Woody Allen, ha dicho que Marcelo Mastroianni era una persona extraordinaria: generoso, enemigo de los líos, templado de carácter y hasta tímido. Tampoco hace falta ser ciego para saber que su partenaire femenina en La Dolce Vita, Anita Ekberg, era una mujer explosiva, que se metió en la Fontana de Trevi y casi se seca (la fuente) de la impresión. Yo creo que Fellini ha sido el más imaginativo director de la historia del cine italiano y que los realizadores modernos lo imitan. Ahí tienen a La Gran Belleza, el felliniano relato que hace Sorrentino de la decadente Roma, filme que logró un Oscar a la mejor película extranjera en Hollywood. El cine no vive buenos momentos, a causa de la pandemia. Lo suple la tele, que recupera viejos títulos, como Annie Hall, de 1977, en la que Woody Allen y Diane Keaton hacen una pareja que divierte y hace reflexionar al espectador. Diane hizo la foto de contraportada de las memorias de su ex, una excelente gráfica. Se ve que ahora se llevan bien; menos mal. Es que yo siento debilidad por esta actriz, que pasa del drama a la comedia como quien lava. Esto de estar en casa más tiempo de lo normal me está gustando. Mi trayecto es ahora Puerto de la Cruz-Los Limoneros, no salgo de ahí, con alguna visita al Sur y una vuelta por La Orotava para comprar los tambores de chocolate de don Egon. En fin, ¿qué más me da contarles mi vida, si además ya no tiene el más mínimo interés?

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