tribuna

2021 urge

Cuando escribo esta prenecrológica de 2020 agitando las manos como un náufrago para atraer la atención de 2021, a fin de que no pase de largo, tengo muy presentes estos versos de Neruda, de Fin de mundo: “No nos hagamos ilusiones/ nos aconseja el calendario,/ todo seguirá como sigue,/ la tierra no tiene remedio:/ en otras regiones celestes/ hay que buscar alojamiento”. No estamos en condiciones aún de hacer ese encargo a Elon Musk. Por ahora y por mucho tiempo, no vamos a poder hacer aquellos planes de mudanza que concebía Stephen Hawking como en un relato de Saint-Exupéry. Pero sí nos urge pasar página, dejar atrás cuanto antes este año del revés, como una montaña invertida a la que se le hubieran caído las alhajas de los bolsillos y hubiera sido del todo imposible avanzar, escalar sus contornos. Si en la lógica de Mafalda cupiera el arrepentimiento de los meses, en nuestra ilusión más entusiasta cabría ganarnos la confianza de este último trimestre.

Entramos en la recta final del peor año de nuestras vidas. No albergamos demasiadas esperanzas de que nos vaya a cambiar la suerte. Los anuncios de organismos fiables como el FMI son, a bote pronto, demoledores: el PIB de España caerá este año más de un 12 por ciento. La previsión de 2021 es, en cambio, sumamente alentadora: crecerá un 7 por ciento, que ya está bien. Si los gestos de las multinacionales se equiparan a señales de los dioses, respecto del destino que nos aguarda, la TUI ha optado por el optimismo retornando a las Islas con sus aviones y argonautas desde este fin de semana, como si en verdad aquí estuviera el manido vellocino de oro y Jasón fueran todos esos turistas primerizos. Una mirada retrospectiva a este año convierte en milagroso que podamos estar hablando en este mes de octubre del regreso de los turistas a Canarias como del regreso del hombre a la Luna.

No han estado a la misma altura todos los dirigentes del sector. Ya hubo indicios de ello cuando los más refractarios desistieron de abrir sus hoteles en la desescalada, tras el estado de alarma, y los más proactivos (una de nuestras portadas dio fe de ello) prefirieron probar suerte. Después se agudizaron las diferencias entre unos y otros, cuando la segunda remesa de esta pandemia y los vetos de los países emisores a España y otros destinos devastados por la ola pusieron de manifiesto que a los turistas no se les podía traer cogidos por las orejas, ni con PCR ni con engañabobos. Acudirían cuando el virus remitiera allí donde eso fuera posible. Los científicos no han dado todavía con la vacuna universal para la enfermedad, en tanto los grandes antígenos de la economía está claro que han sido los ERTE, y a la virulencia del virus en uno y otro frente se ha sumado la agitación política y económica que ha perseguido fines espurios con toda clase de esperpentos. Como en todas las crisis, este año en ascuas ha habido quienes han trascendido por poner de su parte y hasta de su bolsillo. Así, en el caso del infamado Amancio Ortega. Otros han puesto la mano a las ayudas del Gobierno y carretera y manta. Resalta la diplomacia vaticana de Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, más correspondida por las cúpulas patronales canarias, cortesmente recíprocas con el socorro de los ERTE y los ICO del Estado, que por los lobbies y thik tanks sectoriales adscritos a la emboscada y el regate en corto a saber con qué objetivo de fondo.

Venimos de un año de sequía y colmillo bisiesto con el virus hasta en la sopa. Detrás está la actualidad. Siempre lo estuvo, pero en esta ocasión sobremanera. El virus se ha comido la pantalla todo el tiempo con sus lentejuelas, batiendo un récord de vedettismo que responde al cliché de la era, pues todo este esplendor mediático que genera la pandemia colma el apetito de las redes sociales y despierta la envidia de los combativos influencers por el poder de convocatoria del bicho. El virus (su logo corporativo, COVID) compite por la fama mundial, es el puto amo, el belcebú implacable que arrasa con todo y con todos; un caso superlativo de gloria incontestable. ¿Es la especie que emerge a imagen y semejanza del íncubo Trump, en el mundo del desastre por antonomasia? Pues el ídolo y su espejo acaban de fusionarse.

Nada bueno hacían presagiar los perfiles de gobernantes en boga. Hemos tocado fondo en 2020 en términos de apagón y declive. La pandemia (su ceguera ya ha sido novelada en Lanzarote) ha tenido de su parte el don de la oportunidad, se declaró no en periodo desacorde donde prevaleciera su antagónica, la sensatez. El mayor caldo de cultivo de este mal ha sido la obstinación ideológica de dirigentes aturdidos como en Madrid, Brasil y tantos otros sitios. Prototipos de desidia y procrastinación, con vidas en juego. Canarias puede decir desde ayer que embridó a la fiera: 49,55 casos de incidencia acumulada en siete días.

La hecatombe de este año perdido reside en esa suma de catástrofes que precedieron al virus como el abono que fertiliza los frutos de toda cosecha. Acaso este averno no sea sino el producto de las condiciones naturales políticas y sociales creadas durante dos decenios de siglo a la deriva, el corolario de un caos consecutivo. El virus tocaba, como cada cien años, pero estaban dadas las condiciones óptimas para sus peores estragos. No había en los altares de la política de nuestra órbita un Churchill que nos guiara con sangre, sudor y lágrimas. Hemos llegado a esta orilla del año, que es el principio del fin, el último trimestre. Acaso deberíamos tomar ejemplo de vida de quienes nos dictaron lecciones magistrales. Estoy pensando en las viñetas de Quino, que nos deja sin la última ráfaga de sentido común que nos quedaba en un siglo desvariado. Y en la batalla por la supervivencia, sin tirar la toalla -nunca- del presidente más preventivo que ha tenido Canarias en la figura de Adán Martín, héroe hasta la tumba hace ahora diez años. 2020 dejará huella y será historiado en la autopsia de los tiempos. Pero este último tramo trimestral nos invita a conjurarnos como el náufrago, que cobra fuerzas en el último aliento, para no morir en la orilla y postula de antemano el ave fénix que nos redima profundamente. Cojamos papel y lápiz y manos a la obra. Para merecer que 2021 deshaga el entuerto, y, tras los gazapos, dislates y yerros de 2020, la historia siga su curso como si nada hubiera pasado. Hagamos inventario de equipaje. Fe de erratas. Y volvamos a reír.

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