Se cumplen 35 años desde la más ambiciosa promoción de Canarias en el exterior, la Europalia. Se celebró en Bruselas y en Amberes, si no recuerdo mal, y la expedición tinerfeña completó un Jumbo fletado a Iberia, unas 320 personas. Yo estuve allí. El desfile de Amberes se celebró bajo un frío polar y me recuerda Gloria Salgado, que organizó todo aquello en los tiempos de Pepe Segura como presidente del Cabildo, que la prensa local dijo que en Amberes se habían abierto ventanas que habían permanecido cientos de años cerradas. Se cuentan miles de anécdotas de la citada promoción gigante de Tenerife en Europa. El Manneken Pis lució su traje de mago de La Orotava y la Isla estuvo en el mapa mucho tiempo después de aquello. Fue muy emotivo, incluyendo un recibimiento oficial por parte de las autoridades de la capital de Bélgica, recepciones, desfiles y mucha alegría isleña en unas calles tristes y frías, sin contar la hinchada de mejillones que un servidor tuvo a bien regalarse en las calles adyacentes a la Grand Place, donde don Juan de Austria se pasaba por la piedra a los patriotas belgas de antañazo, como así lo recuerda una placa. En Bélgica, el coco de los niños es un español, tal fue el terror que se produjo en aquella invasión. La leyenda nos persigue. No obstante, el pueblo belga recibió con gran hospitalidad a la numerosa embajada tinerfeña y los belgas invirtieron en la Isla. Es bueno recordar al señor Huygen, el fundador de Ten-Bel, uno de los pioneros del turismo en Canarias, que creó en el Sur tinerfeño un lugar maravilloso que ha ido, desgraciadamente, decayendo. Recuerdo cuando don José Antonio Tavío, propietario de los terrenos, me mostró el proyecto. Yo trabajaba entonces en La Tarde y me pagó 30.000 pesetas de entonces para que le escribiera un reportaje que se publicó en la prensa europea, traducido al inglés.