viernes a la sombra

Después de la censura

No, si ideas y titulares hay muchos, pero a ver cómo encajan a la hora de vislumbrar el paisaje después de la censura. Si apuran, ganaron todos, como suelen coincidir los portavoces y los candidatos en la noche electoral, aunque algunos hayan retrocedido, pero… Siempre hay aristas, cierto, desde las que contemplar los escenarios posteriores y elaborar las estrategias que a corto, medio y largo plazo han de diseñar y poner en práctica las respectivas organizaciones políticas. Una moción de censura, sin duda, es un momento de inflexión, significa un antes y un después, independientemente del resultado. Ahora vienen valoraciones y decisiones, la administración de cada quien. Hasta hay margen para recomponer las canchas del juego político, quién sabe si hasta las alianzas colaterales o si siembran para el futuro harán que crezca el posibilismo, que la legislatura está dando para mucho y los estados mayores han ido adquiriendo una experiencia que, pese a las imprevisiones y los golpes de tango de la política española, dibujan un panorama que ojalá cualifiquen la convivencia y hagan más saludable el debate político.
De momento, ha ganado la democracia, cuyos representantes –sin negociar mucho, se supone- asestaron un duro golpe al derechío extremo, que andaba tan crecido convencido de que en su pugna particular con el Partido Popular (PP), iba a salir airoso. El tiro por la culata para quedarse solo, ni un mísero apoyo, aunque su candidato portavoz fuera implorando, con débil argumentación, la victoria moral. Es bueno que esto haya sucedido: la intolerancia, el populismo, la radicalidad no deberían tener cabida en una democracia, por muchos errores que haya cometido la clase política, corrupción incluida, generadora de un clima de desafección absolutamente desconocido en España desde la aprobación de la Constitución de 1978. Las cabezas pensantes de la ultraderecha en nuestro país han constatado que amontonan factores de rechazo y que la historia, además del nivel del candidato (dicho sea respetuosamente), no favorecen su estrategia, ni siquiera su táctica, ni su discurso. Esa es la enseñanza que deben haber obtenido: a la democracia se juega sin implementar miedo y sin fabricar rupturismos de incierto recorrido. Y de impredecible final. Los españoles se han dado cuenta: allí donde hay presencia gubernamental de la ultraderecha, es más complicada la toma de decisiones y la gobernanza se torna casi imposible.
El “no” tan esperado del Partido Popular, apoyado en una intervención de su presidente y portavoz parlamentario estudiada concienzudamente, es un desmarque que le convenía, ha soltado lastre. A ver si a partir de ahora hay menos obstruccionismo y guerra de guerrillas para recuperar apoyos y para ganar credibilidad. El Gobierno y los partidos que compartieron un “no” cantado –también el derrotado pero le da igual, está en otra órbita- saben que la situación social y económica es delicada por lo que, superado el trance de la censura, han de concentrarse en atender las derivadas de la emergencia sanitaria y la crisis económica. Si lo ocurrido en esta censura sirve para sosegar el ambiente, para generar un clima político más respirable y más asequible, habrán prestado los protagonistas un excelente servicio a la democracia y a las asignaturas pendientes de aprobación, modificación institucional incluida.
Porque la gente quiere que disminuya la tensión. Que se debata y se contraste, sí, con aportaciones e iniciativas productivas. De descalificaciones y dicterios algunos van sobrados. Y para afrontar esas asignaturas se requiere visión estratégica, diálogo, respeto, entendimiento y voluntad política noble, algo de lo que más bien se carece. Empléense a fondo. La sociedad lo agradecerá.

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