Por si fuera poca la pésima gestión de la pandemia por parte del Gobierno español –y también del canario-, nuestros partidos y nuestros políticos añaden a este desastre el uso de la pandemia como arma de lucha partidista. Ahí está, por ejemplo, la manipulación que el Gobierno y toda la izquierda hacen de la preocupante situación sanitaria de Madrid y del dolor de los madrileños para atacar a la presidenta de la Comunidad. Por ahora Galicia es inaccesible y Andalucía está madurando, de modo que Madrid es decisivo, es el cromo definitivo que le falta a Pedro Sánchez para completar su colección de gobierno absoluto. Y ha lanzado a toda la izquierda partidista y mediática al asalto de la capital, mientras confraterniza con Cataluña y el País Vasco, y no se atreve a cerrar Navarra como ha cerrado Madrid. Incluso está intentando utilizar a Ciudadanos, ese fantasma que todavía pulula por la escena política española, para montar una censura en contra de la presidenta Isabel Díaz Ayuso.
Pero la presidenta se ha revelado como una excelente política y está resistiendo con éxito el ataque. Con tanto éxito, que su capacidad de liderazgo ha alarmado a Génova, por cuyos sombríos despachos vaga Casado, aterrado ante la travesía del desierto que le espera y que no sabe siquiera si podrá concluir. Porque, si las cosas siguen así, dentro de tres años volverá a perder las elecciones; y porque la reflexiva Isabel es mucho más peligrosa para él que la temperamental e impulsiva Cayetana. No en vano la presidenta está asesorada desde su Gabinete por Miguel Ángel Rodríguez, que hace ya muchos años llevó a Aznar desde la desconocida presidencia de Castilla y León hasta La Moncloa. Es un más que digno oponente de Iván Redondo, el hacedor de Sánchez.
Agustín de Foxá, uno de esos intelectuales, como Dionisio Ridruejo, desengañados de su inicial admiración por la Falange, de la que llegó a escribir mucho después que era una hija adulterina de Carlos Marx y de Isabel la Católica, pretendió con la obra cuyo título hemos tomado prestado seguir la tradición de los Episodios Nacionales, aunque desistió después de publicarla durante la Guerra Civil. En sus tres partes aborda el final de la Monarquía, la proclamación de la Segunda República y la propia guerra, poniendo de relieve el decisivo papel de Madrid en todos estos acontecimientos como sede del poder y núcleo del Estado. No olvidemos, por ejemplo, que los franquistas no pudieron entrar en la capital hasta el último día de la guerra gracias al golpe de Estado del coronel Casado, que expulsó a los comunistas del Gobierno, si bien esto, por supuesto, no se podía plantear en aquel momento.
Lo importante a nuestros efectos es destacar que históricamente quien ha controlado Madrid ha tenido la llave del control del Estado, y el sanchismo, que, mientras arruina al país, manipula a los jueces y fiscales, y cede ante el chantaje catalán, ha destruido la Transición y vuelto a enfrentar a los españoles -reviviendo el pasado y la Guerra Civil-, quiere controlarlo a cualquier precio, y culminar así lo que empezó Rodríguez Zapatero. Ojalá no lo consiga y Madrid siga siendo corte y nunca más llegue a ser checa.