el charco hondo

No

El toque de queda es una medida que se llevaría bastante mal con la realidad que pisamos, y además desprende el inconfundible olor a recentralización que tanto agrada a Pedro Sánchez. El antepenúltimo globo sonda de Moncloa huele a que han lanzado ese debate hablando de España pero pensando en Madrid, con los cinco sentidos en la partida de ajedrez que se traen en esa Comunidad. Huele más a políticos que a científicos. Huele a pereza gubernamental, al confort que proporciona limitarse a importar tarde, normalmente mal, y sin una adaptación razonable a escenarios diferentes, lo que ahí fuera funciona porque en otros países la política sí funciona. Huele a que, como ocurrió en primavera, pretenden aplicar receta única a regiones con situaciones bien distintas -¿cuántas vidas se perdieron al centralizar las compras, por ejemplo de mascarillas?-. Abren el melón del toque de queda reincidiendo en el error de entender que España es un apéndice de Madrid. Huele también al inminente bucle de comunidades autónomas insuficientemente escuchadas, tarifas planas y estados de alarma -deberíamos denominarlo estado de calamidad, como los portugueses-. El argumento de que cerrando las ciudades a tal hora a la gente no le quedará más remedio que irse a casa (a dormir, o a ver Netflix) solo pueden comercializarlo quienes viven en un país a años luz del nuestro. Si aquí cierras las calles la gente se reúne en casa, sin protocolo ni orden alguno, sin que corra el aire, en apenas unos metros cuadrados, sin sentirse observados, de pie, actuando como lo hacen las sardinas enlatadas. Si algo hemos aprendido con el inicio del curso es que los riesgos en espacios públicos (reglados) son menores que los que generan los ámbitos privados (sin reglar). Diez sentados en una terraza contagian menos que esos diez yéndose al piso de uno de ellos porque les han cerrado las terrazas, refugiándose en alguna casa tantas horas como dure el toque de queda -y cuando acabe todos a la calle, a rematar la noche con un buen desayuno-. También lo ve así Gerardo Pisabarro, catedrático de microbiología en la Universidad de Navarra. A su juicio, las no fiestas en espacios cerrados son un factor más contaminante que la vida en los ámbitos abiertos. En los pisos el riesgo es mayor que al aire libre. A quienes proponen toque de queda en el conjunto del país habría que explicarles que ni España es un distrito de Madrid -aunque a veces se los parezca- ni Canarias una provincia de la Comunidad de Madrid. En las Islas no debemos aceptar un toque de queda que huele más a políticos que a científicos.

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