despuÉs del paréntesis

Trump se resiste

Cuenta con 75 años de edad. A pesar de consagrar tiempo al cuerpo, como macho alfa que es, es considerado obeso. Sus certidumbres evitan las medidas de seguridad ineludibles contra la COVID. Para él es una enfermedad de poco fundamento, asunto de la perversa izquierda. Es decir, es una persona de riesgo; si el bichito se aplicara, lo pasaría mal. Porque fabricó mítines que se parecieron más a botellones que a reuniones civilizadas y se reunió con afectados como si el todo poderoso del mundo resistiera sin más la acometida de la alimaña. Pero las cosas suelen ser como son; el revisionista fue tocado por el mal de los males del moderno. Así que ahora afirma que ha aprendido mucho de la pandemia, para bien del planeta entero. Ocurre, sin embargo, que ahí la cosa no queda. El equipo médico que lo atiende cuenta enfebrecido que está bien, muy bien, que incluso trabaja o se da paseos en coche en torno al hospital en el que fue recluido, ¡oh desgracia de los expertos!, para saludar a sus efusivos defensores. Según algunos científicos, se da de cara la noticia con lo que es. Por lo pronto, el tratamiento que se le ha aplicado es de los más severos de cuantos se emplean para la enfermedad. ¿Por precaución o por necesidad manifiesta? Sea como fuere, ¿qué consecuencias tendrá este golpe para el bien nacido y vende patrias? Y no se habla solo de consecuencias electorales sino físicas. Es decir, América espera, el presidente más protervo de toda la historia del país se resiste, espera ganar o denunciar las elecciones si pierde porque esta (que es una de las naciones democráticas más severas del planeta) ahora le ha dado por los fraudes electorales. Salió del hospital. Solo desplantes e imagen. Patético. El todopoderoso que ha dado a la política propia y a la política internacional los más aclamados signos del delirio, así se revela. No cuenta para el caso, para quienes lo arropan, su denigrante incultura, sus modales, su racismo, su machismo, su clasismo, su homofobia, sus mentiras o su poca vergüenza; tampoco que haya desafiado a las organizaciones internacionales, que haya conducido a la Otan a sus dominios lejos de los aliados, que haya renunciado a los acuerdos sobre el clima, que haya reparado los pactos con Irán o que le haya declarado sin cuartel la guerra comercial a Cina. ¿A qué se reducirá la insospechada condena, a que un probo como él venció a la enfermedad y por eso ha de ser alzado de nuevo a los altares? Noviembre está cerca. Se verá.

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