el charco hondo

72 horas

En el transcurso de las últimas setenta y dos horas las alarmas han saltado en la tribu de los VAM, así se explica que hayan convocado con carácter urgente a su junta directiva, para analizar la situación y, sobre todo, en la idea de adoptar de forma inmediata algunas medidas que ayuden a restablecer el orden establecido, ahora cuestionado. No han sido días fáciles para los VAM, asociación, congregación o ejército de coincidentes no necesariamente convivientes que divulgan en bares, oficinas y reuniones su evangelio, los diez mandamientos de quienes se han atrincherado en un pensamiento tan único como asfixiante: Vamos a Morir, VAM. No han sido setenta y dos horas sencillas para quienes habitan en el monólogo del COVID. Del martes a esta parte se ha estado hablando de otra cosa, se han abierto informativos de tele o radio, digitales e hilos en las redes con la atención puesta en algo diferente a la letanía del recuento diario de fallecidos, horarios limitados, ingresados, aforos máximos, contagiados, cierres perimetrales, índices de propagación o confinamientos parciales y totales. Los VAM temen que a raíz de la experiencia de las últimas setenta y dos horas, en las que apenas se ha hablado de algo que no sean las elecciones presidenciales estadounidenses, caigamos en la cuenta de que no pasa nada por detenernos en otros asuntos o, dando un paso más allá, que concluyamos que la pandemia sigue su curso a idéntico ritmo cuando pierde protagonismo informativo. Después de setenta y dos horas dejando al virus en un segundo plano no nos hemos extinguido, las cifras de la fatalidad no se han disparado, ni siquiera hemos dejado de ponernos la mascarilla. De ahí las alarmas en el mundo VAM. Así se entiende que hayan decidido contrarrestar la normalización informativa buscando debajo de las piedras los peores titulares, las noticias más deprimentes y frustrantes, con la conocida intención de, acto seguido, poner el ventilador del fin del mundo en redes o conversaciones informales. Conscientes de que su monólogo está seriamente amenazado por la experiencia de estos últimos días, los VAM celebran reuniones bajo la luna —menguante, por supuesto— para llevar a cabo rituales y hechizos que invoquen a los dioses del fatalismo, para que recuperen su sitio en boletines, tertulias y columnas de opinión. No pueden permitir que los medios de comunicación —¿vamos a pasarnos así dos años?— dejemos de torturar la moral de la tropa dedicándonos a hablar de realidades que no se apelliden COVID.

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