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Aquellos tiempos

En mis tiempos de director de La Gaceta de Canarias, y con ocasión del décimo aniversario del periódico, mis compañeros de todos los departamentos me regalaron una figura en bronce de un guardia civil, con la siguiente dedicatoria: “A Andrés Chaves, por tenerlos bien puestos”

En mis tiempos de director de La Gaceta de Canarias, y con ocasión del décimo aniversario del periódico, mis compañeros de todos los departamentos me regalaron una figura en bronce de un guardia civil, con la siguiente dedicatoria: “A Andrés Chaves, por tenerlos bien puestos”. Ahora, con ocasión de un nuevo movimiento de cosas –que será el último—, me aparece esta figura, que he colocado en lugar preferente. Yo ya no estoy en la trinchera, o sea que no sólo he pasado de moda sino que he dejado de interesar en cuanto a ser blanco de dardos, lo cual me resulta muy cómodo. Pero nadie me quita ni las vivencias, ni los recuerdos y aquella breve etapa de La Gaceta –tres años— fue enormemente enriquecedora. Además, me sirvió para conocer a una persona entrañable, que ahora se ha recuperado de una grave dolencia, Jesús Martínez, y a un montón de excelentes compañeros que andan desperdigados por ahí, periodistas y miembros de otros departamentos. En mi novela casi autobiográfica El dedo de Mustafá cuento el espíritu de aquella redacción, alternando personajes reales con otros de ficción. Dirigir un periódico en aquellos tiempos precarios fue muy enriquecedor y coincidió además (1999-2003) con la entrada de un nuevo siglo, con todas las amenazas reales y ficticias que se cernirían sobre el ser humano. No ocurrió nada, si lo comparamos con el terrible 2020, el peor año para la Humanidad de cuantos me alcanzan los recuerdos. No es que los tuviera bien puestos, además, sino que teníamos que sobrevivir y contar cosas que otros no se atrevían a contar, sorteando muchos peligros y afrontando muchos riesgos. Algunos no los hubiera podido soportar hoy. Tengo un amigo que me ha ayudado siempre y que me dice que merecía una jubilación más plácida y desahogada. Yo creo que tiene razón. Irse a la trinchera no era la mejor solución.

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