despuÉs del parÉntesis

El orden del mundo

Uno de los factores que registra la COVID es saber si la pandemia afecta por igual a los ricos y a los pobres. La respuesta es no. Se aduce que el bichito no distingue, que algunos muertos de semejante condición se cuentan. Pero las estadísticas son concluyentes: un 40% más en España de personas al amparo de las organizaciones que reúnen alimentos para la inanición; por más, los “nuevos pobres”.

Se sustenta como próvido el estado de la economía. Mas ocurre que las grandes empresas ajustan con los gobiernos inyectando dinero directo a algunas de ellas, los ERTE o las prestaciones a desempleados de larga duración. Y se localizan a las pequeñas empresas y a los autónomos con la sospecha de la desaparición. Lo que concilia el decurso de esta historia es el medido camino que recorre eso que se ha dado en llamar el “liberalismo económico” que alza hasta la cúspide al capitalismo. Con la estrategia mayor: ganar dinero sin que las preguntas del cómo y el por qué sean pertinentes. De lo cual se deduce que en las crisis los poderosos son más poderosos y los pobres más pobres. La facundia que se revela en la actualidad es la actuación de la derecha (por ejemplo, Trump o Rajoy), actuación en pro del poder financiero y lo que comporta. De ahí el desembolso de 1.000 millones de euros como regalo a la banca que salió, en gran parte, de lo sustraído a la educación, a la sanidad o a las prestaciones sociales, como la dependencia.

Lo que proclama este siniestro mundo es el rigor de la diferencia; lo que deja ver con las dichas acciones programadas es la sustancia de los pobres como Dios los crió y los ricos como el orbe los descubre. En este punto se desarrolla lo que la razón habría de rechazar, la postura de los conservadores ante los presupuestos armados por los partidos de izquierda. Es un desdoro, afirman, reprobar el centralismo por los pactos manifiestos. Bildu o ERC no responden solo al independentismo, responden a su condición de demócratas y consecuentes. Por lo cual, no se acepta una fiscalidad firme en la que los ricos paguen más, donde el Estado arme de valor a los trabajadores para que no sean pobres por más que trabajen o poner reparo a la enseñanza concertada, clasista y católica.

Ese es el factor. ¿Para cuando la sensatez de reparto, eso que algunos economistas progresistas (que existen) llaman la responsabilidad civil de los grandes negocios?
Por ahora no se sabe. ¿Se sabrá?

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