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¿Navidad?

Pues no sé, a mí la Navidad no me gusta, desde que soy pobre; pero comprendo la ilusión que despiertan las fiestas de diciembre entre la gente con posibles, que quiere gastar o que desea endeudarse. Este año existen pocos motivos para alegrarse por la llegada de esas fiestas, primero por la pandemia y después por la crisis económica derivada. Dicen que miles de empresas cerrarán en diciembre y que el paro se va a disparar cuando enero despida a los Reyes Magos. Este año ni siquiera escribiré un cuento de Navidad, aunque no deseo, ni mucho menos, que a mis desocupados lectores les invada el pesimismo. Siempre llega algún que otro motivo para alegrarse uno. El nacimiento de un nieto, un cupón perdido de la Primitiva (bueno, de esos, pocos), un regalo inesperado de alguno que ha podido ahorrar para comprarlo, un reencuentro con alguien que no se esperaba y unos días sin las cartas negras de la Agencia Tributaria, que no descansa ni en Navidad. O el cartero que no viene; porque el cartero, que antañazo era como un rey mago, ahora no hace sino traerte certificados de los bancos, reclamándote lo que el banco cree que es suyo, o esas citadas cartas negras de la Agencia Tributaria, que incluso quiso pescar a Messi dentro de su avión, nada más poner la pata en El Prat. Y es que Hacienda somos todos (por los cojones). La Navidad llega, como siempre, con películas en la tele que nos muestran los bastoncitos de colores, los renos y otros cornudos, papa noeles y esos tópicos de cada año. Ya saben: paz entre los hombres de buena voluntad, que es preciso buscarlos con pinzas. A lo mejor quien tenía que haber ganado las elecciones USA era Papá Noel. Aquí en Canarias no saldrá ni la cabalgata, aunque candidatos a magos no falten.

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