visiones atlánticas

Rosa María Barreto Martínez

Agradecido al padre Valentín, párroco de El Médano, que nos permita hoy recordar a mi madre, a quien asistió y reconfortó en su extremaunción. Rosita, Rosa María, doña Rosa… Mi madre era una mujer muy organizada, propio de quien, madre de 10 hijos, organizó su vida para ellos. Dejó dicho en su testamento que hoy la recordara y lo hago en nombre de mi padre, hoy ausente, que nos dejó hace 23 años. De mis 10 hermanos, mis 10 cuñados, con Juanín ausente, sus 18 nietos, con David ausente, y dos bisnietos. De sus primos, Soledad Martínez Marrero, con quien se habla por teléfono a diario desde hace 75 años, y José Miguel Molowny Barreto. De sus cuidadoras, Alejandra, Mari y de Mauricio, que tanta dedicación y cariño han dado a mi madre. Y de toda la extensa familia, del Puerto de la Cruz, Las Palmas y la Península.
Leo textual la Cláusula Sexta de su Testamento de 15 de mayo de 2020, por ella redactada: “Igualmente la testadora desea manifestar lo siguiente: Que el señor me premió y me regaló diez preciosos hijos, que han sido siempre mi orgullo y mi satisfacción y con los cuales he presumido todo lo que me ha dado la gana. En estos momentos, en que ya me voy cuesta abajo y casi al final de mi vida, quiero dar las gracias a mis hijos por lo buenos y cariñosos que han sido conmigo y me da mucha pena dejarlos para marcharme al espacio. Con todo mi amor y mi cariño, y que siempre me recuerden”.
De donde resumimos su mensaje “la vida la impulsa el amor y a la muerte el recuerdo”. Para mi madre su vida era el amor de sus hijos y en la muerte su recuerdo que la mantenga viva. Este mensaje forma parte del despliegue de su personalidad. Para quienes la han conocido era “sociable, afable, cercana, cariñosa y presumida”. Vivió mi madre en Santa Cruz, 21 años (1929-1950), en la época de Primo de Rivera, la II República, la Guerra Civil y los años de plomo de la posguerra. En la Granadilla de la carretera del Sur desde 1950 a 1965, 15 años en el “desarrollismo español”. Y desde 1965, 55 años en El Médano, la edad de su último hijo, mi hermano Carlos, que con tanto cariño la ha atendido. Vivió mi madre la llegada del turismo, de la autopista del Sur y del Aeropuerto, las obras que reconfiguraron la Isla y su querido Médano.
Me interesa hoy resaltar el significado de su personalidad, donde el amor estaba por delante de normas y convenciones, soportaba el núcleo de sus decisiones, incluso las disciplinas y correcciones necesarias para domar 10 hijos rebeldes. Aquí contó con la “mano dura” de mi abuela Apa, que era de Las Palmas y cuya disciplina nos formó. Jamás nos levantó la mano, predicaba entonces la “disciplina emocional”. Era un genio de la táctica, de la guerra psicológica y del teléfono.
Vivimos anclados en islas atlánticas, en nuestras islas oceánicas, y tenemos ascendencia de Salamanca-Zamora por mi padre y del Puerto de la Cruz – Las Palmas por mi madre, y hacia arriba cien apellidos españoles y globales que comparten geografías de Canarias y exteriores y se pierden en las brumas de la historia.
Mi madre en sus 55 años medaneros extendió su amor entre amigos y vecinos, que hoy nos acompañan, algunos en presencia y muchos con su recuerdo. Con ella se nos va una época, el Médano glorioso y el “paisaje sentimental” que lo acompaña. Mi madre ha sido muy creyente y, como buena cristiana, siempre antepuso el amor, al rito y al predicamento. Los valores primarios para ella que encerraban una educación con contenidos, que llaman a la responsabilidad personal y al acuerdo. Hoy me atrevo a decir, en nombre de mis hermanos y familia, que mantendremos a nuestra madre viva en su recuerdo y ejemplo. Que nos lleva ahora a la primera fila que ella mantenía en exclusiva hasta ayer, cuando subió al espacio. Gracias a todos los presentes y a los que no han podido asistir. A todos ruego que conserven a Rosita, a Rosa María, a doña Rosa, viva en sus corazones.

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