Se va, por fin, 2020. Un año maldito para todo el mundo. Se despide con un fortísimo terremoto en Croacia. Era la guinda. Esperemos que ni a Trump ni al gordo de Corea del Norte se le crucen los cables antes de las campanadas. Es de suponer que 2021 no sea peor que el año que ahora termina, por fin, dejándonos un reguero de muertos por el camino. Miren, después de algunos años he regresado a Santa Cruz por un día; me encontraba como un pato en un campo de fútbol, saludando a amigos y comiendo chicharrones -los mejores del mundo- en la Cuadra del Palmero, calle Imeldo Serís, junto a las vías del tranvía, que no han logrado tumbar la zona y menos con el hotel Urban Anaga abierto y el hotel AC que se construye en Maya. Y, además, el día fue maravilloso: me invitaron a comer, me regalaron una botella de whisky japonés raro, unos tenis de Armani, unos calcetines a la última, mascarillas de colores, una bolsa llena de chocolates y caramelos sabrosísimos hechos en Tenerife por la firma rusa Uniconf -zona ZEC-. Un día completo. Y, además, me contaron esto: “Los de Podemos están en contra de la Iglesia y su líder se llama Iglesias; están en contra del capitalismo y su cofundador se llama Monedero; están en contra de los toros y su otro cofundador se llama Errejón; y están en contra de la caza y su portavoz se llama Montero”. Coño, digo yo, sí que es mala suerte. No me había dado cuenta. El pueblo es sabio, aunque siempre se haya dicho que este es un país sin memoria. Es verdad, pero todavía le queda un poco de cordura para acabar con tanta ignorancia, con tanta mentira y con tanto desastre nacional. ¿La esperanza? La vacuna, aunque parezca precipitada; y eso. Yo me vacunaré.