el charco hondo

Arucas

Contrariamente a lo que se piensa, referirse a determinadas personas atribuyéndoles nombres de ciudades no fue una idea que estrenara el guionista de La casa de papel. Saben lo politólogos que llevan décadas escribiendo o alegando sobre los avatares de la cosa pública local -la política, y sus cosas- que lo de la serie tiene antecedentes en los aledaños.

Si Álex Piña, junto a Arce, Cayó y Vivas, acertaron con los alias que pusieron a Silene Oliveira (Tokio), Raquel Murillo (Lisboa), Andrés Fonollosa (Berlín), Aníbal Cortés (Río), junto a Denver, Estocolmo, Helsinki, Moscú, Bogotá o Nairobi, bastante antes de que sus personajes alcanzaran el estatus de fenómeno global, aquí, en las Islas, ya teníamos una consolidada tradición en la utilización de idéntica fórmula, con la particularidad (especificidad, ateniéndonos al relato oficial) de que en Canarias suele utilizarse el nombre de una ciudad, Madrid, para personajes que se suceden unos a otros.

Felipe González fue Madrid, también lo fueron Aznar, Zapatero o Rajoy. Al igual que la trama de La casa de papel tiene en Tokio, Nairobi o Río a sus actores principales, en las Islas el personaje central -la centralidad- siempre es Madrid, o lo ha sido, porque ya no.

En el pasado reciente cuando en las Islas las cosas no caminaban, las obras no salían, los planes se atascaban o las subvenciones no llegaban, más pronto que tarde sacaban a pasear a Madrid. Ahora no.

Pedro Sánchez no termina de sentirse cómodo siendo Madrid, no acaba de verse en el personaje, y ha exigido a sus guionistas orgánicos que le cambien el alias, él prefiere ser el primo de Bruselas. De esta forma se explica que cada vez que en las Islas se exige la intervención e implicación de Madrid, ora inmigración, ora presupuestos, política exterior, transportes, planes para amortiguar la pobreza o repartos autonómicos, entre otros, Madrid no se sienta aludido. Ahora si la cosa no va, y no va, la culpa es de Bruselas.

Mientras en Europa han ido tomando decisiones para poner un cortafuegos al virus en los aeropuertos, Madrid se ha limitado a tapar su inacción con el argumento -insostenible- de que Bruselas esto, lo otro, y lo de más allá. Airtel ahora es Vodafone, rezaba una campaña. Madrid ahora es Bruselas.

Así lo han decretado los guionistas de Moncloa, para sacudirse las responsabilidades propias. De ahí que, a cuenta de los test de antígenos, haya hecho bien Ángel Víctor Torres (Arucas, por seguir el hilo) dando el paso que Madrid no ha querido dar escudándose en Bruselas.

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