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Cantinflas

Quizá muchos de los que estudiamos en el colegio de los agustinos del Puerto de la Cruz no sepan que siguieron parte del bachillerato en un centro al que el genial cómico Cantinflas contribuyó a crear con su dinero. Fue gracias a la petición del padre José Flores Göbber, sacerdote que ejerció su ministerio en el Puerto, de padre mexicano y madre austriaca, gracias al mestizaje que surgió con el acceso al trono de México del emperador Maximiliano de Habsburgo, que fue derrocado por el indio letrado Benito Juárez y fusilado por su ejército. Juárez fue amigo de Lincoln, el presidente americano asesinado en un teatro. Bueno, no quiero perderme. Cantinflas pagó con su dinero mi colegio favorito –estuve en tres durante todo el bachiller y Preu— y me encantan sus películas. En el cine Topham, que se llamaba teatro, nada más aparecer el cómico en pantalla la gente estallaba en risas y memorables son algunas actuaciones de Mario Moreno. En “Ahí está el detalle”, Cantinflas es enjuiciado por error y cuando el fiscal le pregunta: “¿Usted mató al occiso?”, Cantinflas responde: “¿Pero cómo voy a matar yo a Narciso?”. Cuando hacía de hombre anuncio arrastraba un gran cartel que rezaba: “Soy feliz porque me viste Ortiz”. Y en otra de sus películas, después de un atraco y ante el dilema de devolver o no el dinero, pregunta: “¿Nos portamos como caballeros o como lo que somos?”. Cantinflas era genial. Su discurso ante la imaginaria asamblea de parlamentarios, interpretando a un diputado, es antológico. Luchó contra la corrupción y durante un juicio, en una de sus películas, cabreado de tanta palabrería de la que no entendía ni papa, pidió que fusilaran al juez, al fiscal y a su propio abogado defensor. Vean sus pelis, que son realmente geniales. Cuando lo mandan a un establo a ordeñar, se quejó: “Pero si no más hay un toro, ¿qué ordeño?”.

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