el charco hondo

Reencuentro

Meses sin saber de ti, qué tal van las cosas -me escribió el virus, con ese sarcasmo tan suyo, tan sobrado-. Espero que quieras saber de mí solo por cortesía, respondí. Mejor dime tú cómo lo tenemos -le espeté en mi segundo mensaje-. Digamos que estoy viviendo al día, o matando al día cabría decir en mi caso -exclamó-. No me habías escrito desde la desescalada, le dije. He estado liado -contestó regodeándose en humor negro -. Yo a lo mío, expandiéndome, jugando a puerta vacía cuando se reúnen en casas particulares, sin mascarillas, ahí me lo ponen tan fácil que aburre, si serán idiotas, yo estoy dentro pero ellos preocupados por si viene alguien y los pilla, qué gilipollas. Si te soy sincero, hay cosas que no entiendo, pero no seré yo quién les diga cómo podrían contenerme bastante mejor. El otro día se reunieron dieciséis en una casa de comidas, eso sí, sentados en mesas de cuatro para cumplir con las restricciones, me parto, qué ingenuos, creerán que pasé de largo, en fin, estos días tendrán noticias mías, positivas, no sé si lo pillas, tú me entiendes. No lo cuentes por ahí, pero me lo ponen más difícil en los espacios regulados, ahí me muevo con más dificultad, donde hay aforos limitados y control opto por dejarlos estar y darme un baño de masas en sitios si reglas ni vigilancia. ¿Algo más? -le comento, con hastío mal disimulado-. Prométeme que no vas a comentarlo, me dice. Sabes que con estos mensajes voy a despacharme mi columna de mañana, le respondo. Bueno, tanto da, te lo digo igualmente, para mí que los centros comerciales y las calles están más abarrotadas que otros años a estas alturas porque la gente oye a todas horas que la van a confinar, y claro, qué haces si crees que te meterán en casa, pues eso, aceleras las compras, ya sabes, no vaya a ser qué y yo sin los Reyes comprados. A saber, tecleo con desinterés -pero tomando nota, eso sí-. Los alemanes sí se han confinado, pero ellos son tan alemanes como su gobierno, allí las ayudas se anuncian y además llegan, son de otro planeta -dice, no sin razón-. Bueno, tengo que dejarte, espero no volver a saber de ti antes de vacunarme -le digo, no sin arrepentirme de lo que podría interpretar como una provocación o un desafío-. Cuando el pánico entra por la puerta la sensatez de los políticos salta por la ventana, qué gente, te lo escribo porque veo a los responsables públicos con cuerpo de pasarse cuatro pueblos para curarse en salud, no sé, lo mismo son cosas mías, bueno, te dejo, no bajes la guardia, hazme caso -me aconsejo, así, a modo de despedida-.

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