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Soy un elfo

Aunque todavía no me han empezado a crecer las orejas, estoy convencido de que soy un elfo. También me he echado a reír, como el papá del anuncio, cuando le he hecho un arañazo al coche. Qué más da, cuando el mundo se desliza con las patas parriba. Y celebro todos los anuncios que te dejan bien, como el de Quique San Francisco representando a la muerte, con guadaña y todo, y comiendo chorizo en lo alto de un monte. Papá ha regresado a casa en el camión de Coca-Cola, conducido por Papá Noel, porque este era el deseo de mi carta. Los supermercados descubren plantas secretas. Nieva y no hay nadie en la calle, todo el mundo está bajo techo. El flogoprofén no ha dejado a nadie con dolor de espalda y el turrón/turrón vence a las ganas de comer. Si suscribo un seguro lo hago con la Mutua, da igual qué mutua, y si me compro un móvil me regalan un reloj inteligente. Trineos y Santa Klaus por todos lados y gente en sus casas, como yo, empapándose de televisión. Se impone la electrónica y a mí me telefonea Lolina Pérez Luz para decirme que la entrevista del lunes -tiene 93 años- la ha convertido en la mujer más feliz del mundo. Qué bien, la llamó hasta Manolo Hermoso. A la tele le ha dado por cazar cocodrilos a tiros, un programa en el que todas las capturas son iguales. Un amigo me recomienda una serie de espías de Movistar, que por supuesto veré. La calle estaba desierta y el mar bañaba tu piel, cantando con mi guitarra para ti, María Isabel. No hay un alma. Voy a la farmacia pero llamo antes a Laura para que me tenga preparada la bolsa. Rompen las olas en la Punta del Viento. Vigilo los cajeros de la Caixa desde el balcón. O sea, Navidad.

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