el charco hondo

Abascalización

Comienza a calar como suele hacerlo; aparentando que no moja, pero empapando. De puntillas, paso a paso. Se cuela en verbos, adjetivos y predicados que empiezan a agitar, ya sin bajar la voz, aquellos con quienes nos cruzamos en el súper o en la farmacia, en la cafetería. Los últimos episodios protagonizados por algunos inmigrantes en Gran Canaria, multiplicados en las redes, están sembrando la abascalización argumental de cada vez más gente. Cada vez es más frecuente escuchar sinrazones disfrazadas de razones. Yo no soy racista, pero. Así, con esa fórmula (yo no soy racista, pero) quienes estos días se estrenan poniendo a los inmigrantes en la diana -en público, donde se les oiga- tiran la piedra escondiendo la mano, se desmarcan del racismo pero lo practican con simplificaciones inflamables, incendiarias. Quienes están soltándose con el lanzallamas verbal deberían preguntarse por qué las imágenes de los navajazos -velozmente distribuidas en redes sociales- son infinitamente más virales que el drama de quienes ven a hijos, hermanos o padres irse al fondo del mar, ¿por qué los vídeos de los altercados saltan orquestadamente de móvil en móvil? La abascalización es un proceso que se nutre de caldo, y cultivo. Del caldo se han encargado quienes tienen a miles de chicos abandonados en las Islas, viendo pasar las semanas sin que nada pase, olvidados, cada vez más convencidos de que su expectativa de llegar al continente se ha frustrado, fracasados, contándoles a los suyos que no lo han logrado, aparcados en instalaciones turísticas porque en los ministerios -desentendidos de la gestión- así lo han querido, y porque meses después del repunte migratorio en las Islas lo único que se hizo fue este silencio que hizo invisibles a los inmigrantes hasta que la violencia los visibilizó. El absentismo del Estado es intolerable -cuánto ha envejecido la sensibilidad del Gobierno del Acuarios a esta parte-. El pasotismo de los ministerios, incapaces de concretar una sola acción de las anunciadas, sirve el caldo que otros cultivan agitándolo dentro o fuera de las redes. Aquellos que están abascalizando su discurso cuando se juntan con amigos, familiares o compañeros del trabajo deben respirar hondo, recordar que el problema no es el color sino la situación. El deterioro de nuestra imagen como destino turístico es tan relevante, y cierta, como colateral, pero infinitamente mayor es el deterioro que estamos sufriendo cada vez que adjudicamos un color a nuestros miedos, y a nuestras miserias.

TE PUEDE INTERESAR