despuÉs del parÉntesis

El final

La comparación no resulta sorprendente. Dijo: “Trump es como Jesús, un incomprendido”. Se llama David Wood. Fue un pívot de 2,06 metros que jugó en la NBA y en el Barcelona, Baskonia, Unicaja, Murcia, Canarias y Fuenlabrada. Apareció en el ataque al Capitolio enfundado en la bandera de su país y soplando un cuerno retorcido. Es un blanco de 56 años que bebe los mundos por su admirado. Tanto que afirmó en entrevista que Joe Biden acabará en prisión por tramposo en esta misma semana y que Donald Trump, el legítimo ganador de los comicios, ocupará la Casa Blanca otros cuatro años.
¿Cómo se traga un individuo supuestamente razonable semejantes patrañas? ¿Cómo es posible que gente como él, o como Ashli Babbit, la veterana de la Fuerza Aérea de 35 años, que murió allí, no razonen lo que en realidad ocurre a su alrededor?
Cierto que Trump es especial. En su mandato no solo se creyó el ser más grande del universo sino que era y sería intocable aparte de inmortal. Pero se pagan facturas cuando el populismo se desmadra o cuando para fortalecer la megalomanía el individuo se escuda en la ultraderecha más radical. Eso transmitió, ser el único presidente y político de EE.UU. que se proclamó vencedor de unas elecciones antes de que se contaran los votos, ser el único presidente y político de EE.UU. que fue a las elecciones solo para ganar, ser el único presidente y político de EE.UU. que negó las reglas de la campaña electoral y el recuento de votos desfavorables, ser el único presidente y político de EE.UU. al que no le tembló el pulso para dirigir a sus acólitos hacia los cimientos de la democracia de allí, el Capitolio. Mas, por fin, ha sido reconocido. Su vicepresidente no lo sigue e incluso los radicales de su partido se han echado para atrás. Algunos comienzan por vergüenza a poner las cosas en su sitio. Por ejemplo, los vecinos de Mar-a-Lago, en Palm Beach, no lo quieren por el lugar; la federación de golf niega uno de los grandes torneos en un club suyo; empresas antes decididas congelan las subvenciones…
¿Qué se cuenta? La estrategia del zorro. Ante los procesos judiciales que se le avecinan, solo quedaba un ardite: seguir siendo, frente a todo y frente a todos, Presidente. ¿Qué queda? La sangrante división de un país grande, la justicia mordiéndole el cuello por muchos años y la condena política por ser el primer presidente de esa nación con dos impeachment a sus espaldas. A eso remitirá la historia.

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