el charco hondo

Castillos en el aire

Entiendo que le extrañe, agente, pero créame que a mí con la salsa y el merengue me pasa lo que con el reguetón, ni lo bailo ni lo canto, al revés, me dejan sentado, en silencio, dándole vueltas a mis cosas, lo sé, estará pensando que le tomo el pelo, y no, le juro por Celia que cuando quiero algo de paz pido al del bar que ponga a Marc Anthony, Rubén Blades, Willie Colón, Oscar de León o Elvis Crespo, cómo me relaja escucharlos, me aflojan, suave, suavecito, quieto como las flores de plástico, hágalo en casa o en la terraza donde suele ir cuando libra, ya verá, es contagioso, ya ve que en esta cafetería la gente pide a Juan Luis Guerra o a Romeo Santos para meditar un poco, en fin, qué voy a contarle que no sepa, a veces necesitamos escuchar canciones que nos serenen, porque habrá visto que nadie se ha puesto en pie, sí, conozco la prohibición, ahora me leo el Boletín Oficial de Canarias a diario, qué placer, qué gusto el barraquito mientras echo un vistazo al BOCA, así que, claro, sé que han prohibido la música que invite a bailar o cantar, normal, con la que está cayendo hay que atar en corto a los pachangueros, bien hecho está, pero, agente, quédese tranquilo, no se deje llevar por la primera impresión, en este local la salsa o la bachata las pinchan para generar una atmósfera introspectiva, ahora que, ojo, otra cosa es otra cosa, porque le confieso que a mí lo que me pone el cuerpo de fiesta, pero peleón, ruin, ya sabe, son las canciones de Juan Pardo, Mari Trini, Aute o Alberto Cortez, ahí sí, cuando suenan me pierdo, canto, bailo, salto, ahí sí que tendría razones para multarme, uf, solo de pensarlo me acelero, yo escucho lo de castillos en el aire y lo que me sale es subirme a una mesa a bailarlo, bueno, bueno, y con Mari Trini qué voy a contarle, cante conmigo, por qué a mí, se me ha caído una estrella en el jardín, guau, mire cómo se me ponen los pelos, marcha, marcha, queremos marcha, marcha, ahí sí, con esas sí canto, bailo y me gano una multa, pero con lo que está sonando ahora nada de nada, qué va, con decirle que la de marejada me pone de mal humor, o la otra, la de la ventana, la ventanita del amor se me cerró, qué horror, agente, no sé cómo a la gente le da por cantarla o bailarla, qué cursi, bueno, lo dicho, que comprendo lo de la prohibición, pero coincidirá conmigo en que prohibir la música que invite a bailar o cantar es algo gaseoso, dependerá de cada cual, yo bailo y canto las de Juan Pardo, pero si las estuvieran pinchando no habría sanción, ya ve, agente, que la prohibición tiene bocas de agua.

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