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Comedera de coco

Las redes nos han comido el coco. Bueno, a mí no, porque yo no las uso, sino que me tropiezo con ellas cuando leo la prensa en la Internet. Los influencers ocupan espacios y emiten sus opiniones, como si se trataran de analistas consumados. Tu criterio ya no te pertenece, sino que es de otros, y el ciudadano de a pie sigue las directrices que les marcan; como corderitos. Las elecciones ahora se ganan o se pierden en las redes y estamos supeditados a lo que digan estos líderes establecidos en Andorra y en otros países de baja tributación, residencias que me parecen lícitas porque lo que está ocurriendo con los impuestos en España raya en lo inaguantable. Y conste que las cargas impositivas de este país no han sido sólo cosa de la izquierdona; la derechona ya nos tupió a tributos con aquel Montoro, que tenía cara de Topo Gigio y que ha desaparecido, como Rajoy. Todo lo cual me la trae al pairo porque como ya no estoy en nada, ni siquiera existo, pues que les den, que uno ya ha sufrido lo suyo y ahora lo que toca es tumbarse a la bartola. La vida de un jubileta es de lo más cómoda, aunque la ausencia de la construcción te haya hurtado la posibilidad de hacer el agujero en la tela verde de la obra para ver si hay agua en el solar. El jubileta siempre ha vivido de la visión del agua en el solar, que es algo que le motiva y le mantiene un tanto activo mientras dura la rampa de la excavadora. Pero yo he venido aquí a hablar de la comedera de coco de los influencers de Andorra y de otros paraísos fiscales, que recomiendan que te compres un bolso o una prenda de Zara que se hace eso que llaman viral. Qué hermosura, señores, que borreguil manera de seguir malviviendo.

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