No queda otra, y esta vez la prohibición de las autoridades (que históricamente tanto han perseguido al Carnaval tinerfeño por la irreverente naturaleza de las fiestas de Don Carnal) está más que justificada.
El dilema no es tal porque se responde por sí solo: o los tinerfeños renuncian a sus apreciadas fiestas carnestolendas en la capital isleña, Santa Cruz, o volverán a crecer los números de contagiados por la Covid-19 y, en consecuencia, aumentará el número de personas fallecidas y la economía seguirá como hasta ahora, seriamente lastrada y sin el empuje de su principal motor, como es el turismo.
Las medidas excepcionales aprobadas ayer por el Gobierno de Canarias se justifican en lo sucedido durante las pasadas Navidades. Entonces, Tenerife había recuperado el triste honor de ser la Isla con peor evolución de la pandemia, y las restricciones fueron aquí superiores al resto del Archipiélago. Los resultados, a mes y medio vista, son evidentes: mientras la Isla ha mejorado muchísimo sus estadísticas, en otras zonas como Gran Canaria y Lanzarote han repuntado lamentablemente, y basta con mirar las estadísticas oficiales para comprobar que los encuentros familiares son la mayor causa de los nuevos brotes.
Por todo ello, y con el afán de no arruinar esa mejora en Tenerife, esta vez el Ejecutivo autonómico (en consonancia con la propuesta elevada a las Comunidades Autónomas desde el Ministerio de Sanidad, que dirige la canaria Carolina Darias) ha hecho tabla rasa y, desde la medianoche de ayer hasta la del domingo de Piñata (día 22), el toque de queda se fija a las diez de la noche y se vuelve a prohibir, por ejemplo, el uso de las barras de los bares. Ni que decir tiene que están totalmente prohibidas las fiestas, verbenas y demás.
Como no hay otra y pese a lo que supone para un pueblo como el tinerfeño, este año el Carnaval no será tal porque sin la calle no hay Carnaval que valga, pero desde el Ayuntamiento se promueve una suerte de edición telemática para mantener activo a un sector con tanto arraigo en nuestra capital. También se promueven iniciativas lúdicas como la prevista para hoy de llevar pelucas u otros detalles carnavaleros, absolutamente inocuas respecto a la pandemia y que, sin duda, alegrarán la jornada a quienes saben que, si se hacen bien las cosas, el Carnaval santacrucero de 2022 podrá ser el doble de bueno, que ya es difícil.
Ahora es tiempo de hacer caso al alcalde, José Manuel Bermúdez, quien ayer en Twitter dejó dos mensajes: “Apelamos a la responsabilidad de todos y todas para evitar situaciones de riesgo”, pero “desde el Ayuntamiento vamos a estar vigilantes del cumplimiento de las normas”.