el charco hondo

Día 363

Hace ya un año -bueno, será el domingo-. Recupero algunas notas de mi diario del confinamiento. Releo. Inquieta volver a aquellas líneas, a las emociones y miedos compartidos. Acojona regresar a lo que sentíamos, decíamos o hacíamos allá por marzo (y después). Escribo a las 4:53, de madrugada, nunca sin café. Corto, amargo, fuerte, escaso. Buceo en el pasado reciente. Me sumerjo en este álbum de náufragos. Día 6. Si lo hacemos bien este verano nos cobraremos los días robados. Hemos reconvertido los balcones y ventanas en espacios multifuncionales, en tablaos, palcos taurinos o cabinas de DJ. Aplausos. Rituales. Ratos en los que confirmamos que los demás siguen ahí, que no se han ido. Momentos para decirnos que somos millones pasando por esto. Plazas en el aire. Día 54. El lunes será viernes. Cincuenta y ocho días después podremos volver a vernos (nos reuniremos con inteligencia, o de aquella manera). Suena el teléfono, paso. Pongo la tele, de reojo. Los diputados están aprobando otra prórroga. El estado de alarma no puede consolidarse como zona de confort. Cuerpo a tierra. Canarias es la región que peor va a pasarlo. Planes de fase 1. Gente quedando. Veo vecinos dando vueltas en la azotea. Cabañismo, mal asunto. Día 72. No será un lunes cualquiera; reabren el mar, por fin. Somos tramo verde, rojo o azul. Somos bandas horarias. Cuñados los lunes, miércoles y viernes. Solteros martes o jueves. Sánchez ha decretado unilateralmente el inicio del verano. Día 79. Día 85. Día 90. Día 98. Día 291. Día 363. Regreso a hoy. Un año después seguimos en libertad condicional. Toques de queda. Cierre perimetral. Aforos. Mascarilla. Niveles. PCR. Antígenos. Nos acercamos a la normalidad, pero no la tocamos (no sea que la rompamos). Cenizos e inquisidores siguen crecidos, la pandemia los sacó del armario -no pasarán-. El estado de alarma ha sembrado malos hábitos, tics escasamente constitucionales. Pongo la radio. Bomba racimo de mociones de censura (la política a su puta bola, con sus cosas). Quito la radio, mejor. Doce meses después no ha terminado esta pesadilla, pero cuando salgo al balcón ahora veo gente vacunándose en las carpas que han instalado en la acera -aplaudo con fuerza, piel adentro-. Este año hemos sacrificado, y renunciado. Mucho, y muchos. Reivindico crónica de los responsables, no la de otros. Mis padres se han vacunado. Matilda ha vuelto al cole, allá, en Chile. Luces. En pocos meses los acontecimientos van a precipitarse, a mejor. Será más rápido de lo que creemos. Resucitaremos. Sombras, también. Cierres. Despidos. Remontaremos.

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