el charco hondo

El cóctel

Escribió Eduardo Punset (Por qué somos como somos, allá por 2008) que tomamos decisiones recurriendo a intuiciones que requieren menos información de la que creemos, exponiéndonos en exceso a los errores. De hecho, cuando el cerebro percibe una explicación distinta a lo que él cree, no conforme con cuestionar esa discrepancia corta los circuitos de comunicación para que la opinión en contrario no penetre —sintetizó, como lo suelen hacer los buenos divulgadores—. Disonancias. En la vida, y en la política, la desarmonía de las ideas, creencias y emociones desata tensiones, los análisis entran en conflicto, la percepción de incompatibilidad sacude las decisiones y, si eres la que se gira cuando alguien grita Inés Arrimadas, das un paso en falso (arrastrada por las intuiciones, pero sin la suficiente información) y provocas que el partido que diriges amanezca al filo del vacío, desarmado. Arrimadas se dejó atrapar por el miedo (creyó en su miedo, dejándose aconsejar por él). Olvidó, o ignoraba, que miedo y soberbia son lujos que los políticos no pueden permitirse; nadie ha sobrevivido a uno u otra. El miedo precede al pánico, y éste a la estampida que ahora sobrevuela a Ciudadanos, al caos que tanto seduce a sus colindantes. El espectáculo que estos días está dando la dirigencia de algunos partidos dibuja un circo con distintas pistas, diferentes escenarios donde los artistas ejecutan sus estrategias de cazadores furtivos. Solo o en compañía de otros aliados, el miedo ha metido en un follón a Ciudadanos. El pánico, contagioso, se encargó del resto. Pudo Arrimadas dejarlo estar, limitarse a apuntalar su posición allí donde tienen representación, ora gobierno, ora oposición. No fue así. El pánico se hizo con el control de sus decisiones, dejando a los propios en tierra de nadie, repudiados o acogidos. Si no logra enfriar el temblor que ha entrado a los suyos corre el riesgo de que Ciudadanos alcance el punto de ebullición, pasando de líquido a gaseoso. Este país necesita que los partidos que rondan el centro gocen de buena salud. La hipótesis de que Ciudadanos sea percibida como una formación prescindible dibuja un escenario tan poco deseable como que el PP, un partido sin texto, corra sobre el escenario con el estrés de las gallinas descabezadas. El país necesita partidos útiles, sólidos y fiables entre Sánchez y Abascal, formaciones que impidan a la derecha extrema avanzar hacia el centro a puerta vacía. Se equivocan quienes festejan la crisis de Ciudadanos o aquellos que, en el PP, se las prometen felices; disonancias, miedo, pánico y estampidas son agua bendita, sí, pero para los halcones de Vox.

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