el charco hondo

Invertir en carnaval

También en carnavales la principal diferencia entre gasto e inversión es que la inversión sí genera beneficios económicos y, directa o indirectamente, sociales. Y gastar en carnaval es invertir. Abrir el melón sobre si se ha gastado o invertido en escenógrafos, maquilladores, estilistas, empresas de luz, sonido o catering, diseñadores, grupos, recintos, transportistas o productores tiene tanta legitimidad como escaso recorrido u oportunidad. Basta imaginar qué habría pasado con estos u otros profesionales, colectivos o empresas si no se hubiera hecho nada para, con los datos sobre la mesa, celebrar que durante estas semanas se les haya echado un cabo, un balón de oxígeno. Arropar a miles de vecinos que tienen en el carnaval una fuente de ingresos imprescindible no es gastar, sino invertir -económica y anímicamente-. Sin carnaval virtual miles de personas habrían llegado a marzo virtualmente peor, asfixiadas. La pregunta no debe ser por qué se ha dinamizado, sino cómo es posible que con otros sectores o actividades no se haya hecho algo similar. Limitarse a suspender el carnaval era lo fácil, y cómodo; pero el cero económico de larga duración no se ataca dejándolo estar, hay que tirar de creatividad, buscar rutas alternativas, generar economía para amortiguar el zarpazo que marca la piel de empresas que llevan meses disolviéndose en el café de la crisis. Ignorar el tejido, los empleos e ingresos que la fiesta genera sería tanto como creer que el carnaval se reduce a cuatro o cinco días bailando en la calle. La situación extraordinaria que se ha vivido este año debe ayudar a entender que, industria o no, el carnaval es un sector mayor de edad, una de las actividades económicas más relevantes de Santa Cruz y que, además, constituye la principal herramienta de cohesión social de la Ciudad, el pilar que permite a miles de personas participar de proyectos en común y retos compartidos. El carnaval genera empleo e ingresos, y cohesiona. Haber dejado a cero a la gente del carnaval sí habría sido censurable. Invertir en ellos era lo suyo, una decisión tan responsable como razonable. Debajo de los trajes, purpurinas, luces, tocados, sonidos, escenarios o coreografías hay miles de vecinos -profesionales, empresas y colectivos- que necesitaban y merecían que la suspensión del carnaval no les prorrogara el cero. Generarles economía no ha sido gasto, sino inversiones que han evitado cierres y despidos. La inyección era necesaria, de lo contrario muchos no llegarían al carnaval del año próximo; se habrían ido a la calle, pero no a bailar.

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