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La Coja Manteca

En España es todo sucesorio, como la monarquía, y ya tenemos a la heredera de Jon Manteca, el Cojo Manteca propiamente dicho, aquel que le rompía con la muleta las farolas a Tierno Galván. Se llama Sara Casiccia, es de Turín y la van a acusar de intentar quemar a un guardia dentro de una furgona policial, en Barcelona. Parece que este dechado de virtudes femeninas trabaja (cuando no de pirómana) como titiritera de un circo, cuando yo creía que los circos habían desaparecido desde que a los monarcas les dio por el tiro al paquidermo. Pero no. Estaba en vigor el circo de Casiccia, a la cual si los tiempos hubieran sido favorables la habríamos podido matrimoniar con el difunto Manteca y se hubiera creado la pareja perfecta. O la tormenta perfecta, porque ya saben ustedes, desocupados amigos, que para ser progre es preciso romper algo. 35 primaveras silvestres tiene la italiana, que ha venido a España a joder, en vez de quedarse en Roma rompiendo palacios en los jardines de Villa Borghese. Yo le daría de beber de la fuente de Pedralbes, a ver si coge fundamento o le entra algo, que las dos cosas podrían ocurrir. Ya tenemos, en esta época de pandemias y de muertes, a una nueva Coja Manteca, musa de la liquidación definitiva de la bendita Transición. E italiana, como aquellos soldados de Mussolini que corrieron mucho en Guadalajara cuando los republicanos les disparaban en los fondillos del culo, en la zona que los galenos denominan región poplítea. A ver lo que dice la justicia de la italiana correlona y anarcofeminista, si le mete un puro gordo o la suelta en la Diagonal para que vuelva a las andadas. En España estas cosas nunca se sabe cómo terminan, si en la mazmorra o en una casona de Waterloo. Yo de ustedes no haría pronósticos.

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