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Un viejo chocho en la Casa Blanca

Joe Biden, que se pega partigazos cada dos por tres, mientras sube o baja las escaleras del Air Force One, es demasiado viejo para ser presidente USA. El que fue toda una esperanza para los demócratas está demostrando que es también un metepatas profesional. Como le leí a María Rozman, corresponsal internacional de este diario, parece como si se hubiera producido una especie de nueva guerra fría en el mundo. Biden llamó asesino a Putin y se ha metido con los chinos, lo cual en diplomacia son cosas impresentables. Putin puede ser un asesino, pero eso no se dice, porque en realidad asesinos son todos. O sea, que en política internacional privan más los silencios que los comentarios y la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta, sino la curva. Esto, que parece tan viejo como el mundo, era también cosa de los romanos y de los griegos, que fueron los inventores de la diplomacia, esa ciencia tan inexacta que consigue cosas igual de inexactas, pero que permiten la convivencia mundial. Fíjense en los curas. La diplomacia de un estado que mide un kilómetro por un kilómetro, el Vaticano, es más eficaz que la de un gran país. ¿Y saben por qué? Porque los papas no han dicho nunca una verdad, aunque ellos así lo pretendan hacer creer. Siempre andan jalando para casa y provocando la religión del pánico para gobernar el mundo desde los púlpitos, de manera muy inteligente. Biden está chocho, es carne de jubileta, y la que va a mandar es la fiscal mala leche que tiene como segunda, Kamala Harris, que se pasa el día en la Casa Blanca, a la espera de que el otro dé el toletazo. El mundo está patas arriba, mientras el idiota de Trump se ríe -como el Perro Pulgoso- desde su campo de golf de Florida.

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