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Y eso que no aprobé sino el inglés

Dice Juan-Manuel García Ramos que él no cree en lo que le diagnostican los médicos si no me pregunta antes a mí. Y añade que no conoce a nadie que haya aprovechado tan bien un año de Medicina, que cursé en la Universidad de Sevilla, allá por el siglo pasado. Pero lo que no sabe mi amigo es que yo sólo aprobé el inglés, y eso porque enseñaba idiomas una profesora que estaba muy buena, llamada Georgina, de la que estaba perdidamente enamorado. En Sevilla yo me enamoré de casi todo el mundo, incluso de una cordobesa de enormes ojos verdes que, andando el poco tiempo, murió muy joven en un accidente de circulación. Se llamaba María Filomena y terminó la carrera con brillantez, al contrario que yo, que me dediqué a gastarme el dinero de mi abuelo por los bares de la calle Sierpes y en la barra del Casino de Labradores, que estaba por allí. Ejercí de señorito en Sevilla hasta que mi padre me fue a buscar. Recuerdo que me dijo, en el aeropuerto de San Pablo: “En vez de fabular falsificando notas, ¿por qué no te metes en periodismo y así fabulas de verdad?”. Dicho lo cual escribió una carta a don Mariano Daranas, que me recomendó a don Victoriano Fernández Asís y de esa forma y sucesivamente yo me convertí en periodista, fui número 2 en los exámenes de ingreso y aprobé con nota la reválida en la vieja Escuela Oficial de La laguna. Y luego vinieron la licenciatura, el doctorado y algún premio suelto. Pero mi efímera vocación de médico sólo la ejerzo con Juan-Manuel, a quien adivino los dolores mañaneros tan solo porque son los mismos que los míos. Y los de usted, desocupado lector, si ha logrado llegar a una edad provecta. No sé si abrir consulta.

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